Asociación África – Unión Europea en Defensa y Seguridad. ¿Un planteamiento imposible?

Mario Fanjul

Introducción

El 27 de febrero de 2020, la presidenta de la Comisión de la Unión Europea, Ursula Von der Leyen realizó su primer viaje oficial, eligiendo el continente africano como destino demostrando el interés de la Unión Europea (UE) por su vecino africano. La presidenta declaró que “La Unión Africana es un socio con el que cuenta la Unión Europea. Juntos continuaremos trabajando en nuestros intereses y objetivos comunes, en el espíritu de una verdadera asociación «de igual a igual». Por su parte, el presidente de la Comisión de la Unión Africana (UA), Moussa Faki Mahamat, declaró que apreciaba «los resultados de los debates sobre cómo consolidar una asociación ya sólida entre la UA y la UE». Además, la visión de la asociación África-UE, establecida desde la primera Cumbre África-UE en abril de 2000 en El Cairo (Egipto), sentó las bases para «fortalecer las relaciones políticas, consolidar y promover temas de interés común, alentando un multilateralismo efectivo».

Sin embargo, la asimetría de las relaciones de fuerzas y poder que diferencia histórica y actualmente a las dos regiones, podría no ser el mejor punto de partida para una asociación «de igual a igual». El pasado colonial entre los dos continentes, la brecha de desarrollo económico y social que separa las dos regiones, el nivel de conflicto que moviliza a más estados africanos, el deseo de la UE de una responsabilidad compartida en el tema migratorio, o nuevamente la presencia de la UE en el escenario internacional frente a la relativa ausencia de África, definen – y limitan – las capacidades y la posible autonomía de los “socios”. En este contexto podemos preguntarnos: ¿en qué medida las cuestiones de defensa y seguridad de la Unión Europea frente a los desafíos de seguridad que afronta África permiten concebir una asociación de defensa y seguridad en igualdad?

1.     PAZ Y SEGURIDAD EN ÁFRICA

Problemas y desafíos de seguridad en África

Para estudiar la posibilidad de una asociación UE-África es inevitable tener en cuenta los desafíos de seguridad a los que se enfrenta el continente africano y comprender hasta qué punto definen su papel como «socio» en el marco de la asociación.

África sigue siendo uno de los puntos más estratégicos en términos de seguridad del planeta. Más del 80% de las tropas de mantenimiento de la paz de la ONU están desplegadas en la región. La inestabilidad ya no se define por conflictos interestatales sino por conflictos intercomunitarios, el auge del extremismo, la proliferación de grupos armados, el terrorismo, la delincuencia transnacional y un nivel insuficiente de control estatal sobre su territorio. Además, ningún estado africano es miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

El continente enfrenta un fuerte déficit democrático y de buen gobierno que agrava la inestabilidad. En 2015, un estudio del Instituto de Estudios de Seguridad de Sudáfrica estimó que solo el 35% de los países africanos eran democracias. Solo tres jefes de Estado dejaron el poder en 2019 (en Argelia, República Democrática del Congo y Sudán).

Por otro lado, la duplicación de la población africana prevista para 2050, que llegaría a más de 2.000 millones de habitantes, desafía los gobiernos que deberán responder a las necesidades y expectativas económicas, sociales y políticas de 390 millones de personas que viven actualmente por debajo del umbral de la pobreza y una población joven en crecimiento. La presión migratoria corre el riesgo de convertirse en un desafío aún mayor, incluso si se estanca o se controla.

La Unión Africana y la paz

La Unión Africana (UA), que agrupa a los 55 estados del continente africano, reemplazó a la Organización de la Unidad Africana (OUA) en 2002, respondiendo a la necesidad de alejarse de las cuestiones coloniales y el apartheid, para centrarse en la cooperación e integración de sus Estados, y convertirlos en motores de crecimiento y desarrollo económico. Como se indica en su carta, la UA es parte de la visión «de un África integrada, próspera y pacífica, dirigida por sus propios ciudadanos y que representa una fuerza dinámica en el escenario internacional».

En materia de paz y seguridad, es el Consejo de Paz y Seguridad (PSC), el órgano de decisión de la UA el responsable de la prevención, gestión y resolución de los conflictos en el continente. La UA también ha desarrollado una Arquitectura Africana de Paz y Seguridad (APSA), que reúne todos los mecanismos de la UA para la paz, la seguridad y la estabilidad en el continente. Adoptada en 2015 por África, la Agenda 2063, que incorpora la iniciativa innovadora «Silenciar las armas para 2020»[1], y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, incluyen un enfoque integral para la prevención y gestión de conflictos en África, que irá de la mano del desarrollo. Marcan un punto de inflexión en las estrategias y objetivos para la paz y la seguridad.

Por lo tanto, podemos ver que la UA dispone de una variedad de instrumentos bien estructurados para garantizar la paz en su continente, y que ha podido desarrollar sus enfoques y estrategias para satisfacer mejor las necesidades de seguridad en su territorio. Sin embargo, este conjunto de mecanismos debe contrastarse con las dificultades que enfrenta la UA para convertirse en un actor autónomo capaz de recaudar fondos para su funcionamiento operativo.  De hecho, existe una fuerte dependencia de la UA con relación a su financiación, lo que contrasta con su deseo de autonomía. En 2019, la cuota africana representa el 42% de su presupuesto y la cantidad de sumas invertidas por los donantes el 58%. Además, las divisiones financieras, ideológicas y geopolíticas que separan a sus estados miembros limitan la capacidad de coordinación para poner en marcha los programas y herramientas desarrollados.

2.     DEFENSA Y SEGURIDAD PARA LA UE

Evolución de las políticas exteriores y de seguridad comunes de la UE

El proyecto de defensa y seguridad europea nació con el Tratado de Maastricht en 1991, creando la UE. Este tratado establece la Política Común de Seguridad y Defensa (PESC), que representa el deseo de Europa de hacer oír su voz y defender sus intereses en la escena internacional, y de ir más allá de su papel de simple poder civil para convertirse en un actor importante en este campo de seguridad. La cumbre franco-británica de Saint-Malo en 1998, que creó la política europea común de seguridad y defensa (PESD) con el objetivo de gestionar colectivamente las crisis internacionales que fue redifinida como política común de seguridad y defensa (PCSD) por el Tratado de Lisboa adoptado en 2009.

La estrategia de seguridad europea, adoptada en 2003, y el Fondo Africano de Paz (APF) creado en 2004 representan un punto de inflexión en el campo de la defensa y la seguridad europeas. Responden a un proceso de institucionalización del enfoque global. Esto tiene lugar principalmente entre la definición de nuevos límites y jerarquías entre los sectores de desarrollo y seguridad. Entre otras cosas, dedica fondos destinados al desarrollo a actividades militares, cuando la ayuda europea hasta entonces había sido exclusivamente de carácter civil. Si bien permite diversificar estrategias y áreas de intervención para un cambio más global, esta institucionalización genera conflictos de actores y jerarquías que dificultan el funcionamiento de sus intervenciones y amenazan su sostenibilidad.

La Operación Artemis, lanzada en el marco de la PESD en la República Democrática del Congo en 2003, marca un precedente siendo el primer lanzamiento de una operación militar en suelo africano. Le siguen las operaciones militares en Somalia, Malí y la República Centroafricana y las misiones de apoyo de la policía civil y la seguridad en Libia, Níger, Malí y Somalia. Complementariamente, la prioridad de los planes de acción relacionados con la Estrategia común UE-África (SCUA) es poner en práctica la Arquitectura africana para la paz y la seguridad, una herramienta africana para la paz, financiada a través del FED. El grado de coordinación y cooperación se reconoce como histórico, y hay una «europeización de las políticas exteriores de los Estados miembros de la Unión»[2]. Sin embargo, la parálisis de los europeos en materia de política exterior y sus repetidas divisiones ante grandes crisis (desde Bosnia en 1990 hasta Irak en 2003), cuestiona las capacidades de la UE en este campo. Asimismo, las sucesivas ampliaciones de la Unión hasta entonces han acentuado el nivel de divergencias y dificultado aún más los procesos de toma de decisiones.

3.     ¿Qué perspectiva existe ante una asociación equitativa entre África y la UE en el ámbito de la defensa y la seguridad?

Cumbre UA-UE 2020: intereses y perspectivas comunes

En la sexta cumbre entre la UE y la UA en febrero de 2020, los “socios” reafirmaron la relevancia del enfoque global y su objetivo de “consolidar una asociación ya fuerte”, colocando el multilateralismo en el centro de su cooperación. Esta nueva estrategia se reflejan las propuestas de la UE para la cumbre UE-UA de octubre de 2020 sobre su asociación común, la «asociación para la paz, la seguridad y la gobernanza», que constituye una de las cinco líneas prioritarias. Existen preocupaciones comunes. África tiene la voluntad de sacar a sus países de crisis y conflictos, de mejorar su nivel de desarrollo social y económico y de hacer valer su potencial en el escenario internacional. También sabe que sin seguridad y paz no puede haber desarrollo. Y esta nueva asociación, que incluye gobernanza, derechos humanos, democracia, resiliencia, desarrollo y una cooperación más estructurada y estratégica, con un enfoque particular en las regiones más vulnerables, podría brindar una respuesta global a sus preocupaciones. La Unión Europea, por su parte, teme la creciente amenaza del terrorismo y la llegada “masiva” de migrantes a su territorio. Y sabe que su seguridad es interdependiente de la situación de seguridad de África. Y para ello cuenta actualmente con 10 misiones comunes de seguridad y defensa en África, aporta 253,6 millones de euros a la fuerza conjunta G5-Sahel para luchar contra el terrorismo y mejorar la seguridad en la región. Una buena base para establecer una asociación.

Nexo entre políticas de migración y seguridad: un nuevo ángulo a tener en cuenta

Desde la perspectiva de la asociación, es importante tener en cuenta el enfoque de seguridad que ha ido impregnando gradualmente la dimensión exterior de las políticas de inmigración europeas y las asociaciones con los países africanos desde el inicio de la crisis de recepción de refugiados que experimentó la UE en 2015. Para ello, la UE está intentando establecer un marco para gestionar los flujos migratorios desde un principio de “responsabilidad compartida” entre los países europeos de destino y los países africanos de tránsito y origen. La Unión ha manifestado claramente que se trata de incrementar los retornos y readmisiones a los países de origen y tránsito de extranjeros en situación irregular.[3]El Fondo Fiduciario de Emergencia para África (ERTF), adoptado durante la cumbre de La Valeta en noviembre de 2015, se ha convertido en una señal de alineación entre los objetivos de las políticas de migración, seguridad y desarrollo. Se compone de tres componentes geográficos operativos: la región del Sahel y la cuenca del lago Chad; el Cuerno de África y África del Norte.

En este contexto, las operaciones de seguridad de los Estados miembros y los países africanos incluyen cada vez más misiones de control de la migración, especialmente en el Sahel.[4]. Así, el mandato de las misiones de apoyo a la capacidad de seguridad interior en Níger y Mali se ha ampliado a la lucha contra la migración irregular, mientras que la declaración de la cumbre euroafricana de París sobre migración del 28 de agosto de 2017 llamaba a acelerar la regionalización de la seguridad europea y acciones de defensa común en el Sahel. Asimismo, la FFU para África apoya, entre otros, la cooperación regional de los países del G5-Sahel, las actividades de formación de la escuela de seguridad del Sahel, la creación de un equipo de investigación conjunto para luchar contra las redes en Níger. Esta iniciativa aporta 40 millones de euros para el fortalecimiento de las capacidades operativas de las autoridades nacionales para permitir un control efectivo del territorio.

4.     CONCLUSIÓN

Podemos ver que África y la UE comparten claramente el deseo de asociación. Asimismo, hemos notado los esfuerzos constantes que realizan las dos regiones para dotarse de políticas e instrumentos para construir la paz y la seguridad. La adopción de un enfoque global y su institucionalización han demostrado la voluntad y la capacidad de desarrollar las herramientas utilizadas para responder mejor a contextos de intervención cambiantes y específicos. La última cumbre entre la UE y la UA en 2020 subraya el camino recorrido desde su primera Cumbre África-UE en 2000, confirma la voluntad de seguir trabajando juntos y demuestra la necesidad mutua de cooperar frente a la interdependencia de sus problemas de seguridad.

Sin embargo, podemos seguir preguntándonos si podemos hablar de una verdadera asociación. Por un lado, África, cuya inestabilidad, crisis y conflictos son variables y recurrentes en su realidad, que definen su agenda sin mucho margen de maniobra, depende principalmente de fondos extranjeros, incluida la UE, y no puede mantener sus propias estructuras, incluida la Unión Africana. Debe atender las demandas unilaterales de la UE sobre la “responsabilidad compartida” de la migración desde su continente, sin que se tomen en cuenta las cuestiones económicas, sociales y políticas que ello implica. Y es consciente de que sin paz y seguridad no puede haber desarrollo. Por otro lado, la UE busca reforzar su capacidad de defensa europea que le permita, más allá de defenderse, instalarse como un actor protagonista en el continente.

De tal manera, resulta altamente cuestionable que el continente africano tenga una capacidad real de negociación en una asociación con la Unión Europea en términos de paz y seguridad. De igual manera, no es claro que la UE esté interesada en asociaciones que no pasen por disponer de socios eficaces para elevar su perfil en la escena internacional así como controlar los flujos migratorios.  Es por ello, que hablar de una relación “de igual a igual” resulta muy poco probable así como altamente ambiciosa. La asimetría de poder podría regularse si en lugar de hablar de relaciones África – UE el debate se centrara en representar al continente africano por su institución regional (la Unión Africana). Una asociación Unión Africana – UE no dejaría de ser desequilibrada pero, al menos , estaríamos conversando de negociaciones entre dos bloques más uniformes, a escala regional y más independiente de intereses particulares.

Bibliografía

Para facilitar la lectura, todos los títulos han sido traducidos al castellano

  • BastienNivet, “Del laboratorio al espejo: cuando el África subsahariana construye una Europa estratégica”, Politique africaine, 2012/3 (N ° 127),
  • Comisión Europea, “Presidente von der Leyen en Addis Abeba para su primer viaje como presidenta fuera de la UE, Actualités Commission Europénne, 06/12/19,
  • Daemers Julien, “Thierry Tardy, Marco Wyss (dir.). Mantenimiento de la paz en África. La arquitectura de seguridad en evolución ”, África contemporánea, 2014/2 (n ° 250
  • Fundación Robert Schuman, “Cooperación Unión Europea / África: la externalización de las políticas migratorias europeas”, Question d’Europe, nº 472, 30/04/2018,
  • Institut Montaigne, “Seguridad y defensa” en Europa-África: socios específicos, Institut Montaigne, Francia, 2019,
  • JacquesTénier, “El Fondo Europeo de Desarrollo (FED): El instrumento financiero de sesenta años de política de cooperación para los países de África, el Caribe y el Pacífico (ACP)”, Gestion & Finances Publiques, 2019/5 (N ° 5)
  • Matthieu Tardis, “Asociaciones entre la Unión Europea y los países africanos sobre migración: un problema común, intereses divergentes, Notes de l’IFRI marzo de 2018
  • Philippe BRAILLARD, «La política exterior de la Unión Europea: ¿utopía o realidad?» en: L’Europe qui se fait: Perspectivas de un viaje inconcluso. Capítulo 12. París: Ediciones de la Casa de las Ciencias Humanas, 2008
  • RFI, «África» ​​con inmensa ambición «según Ursula von der Leyen», RFI África, 07/12/19
  • RiendaN’Guettia Kouassi, “Cooperación África-Europa: ¿Por qué necesitamos cambiar el paradigma? »
  • SebastiánLoisel, “La creación del“ Fondo para la paz en África ”. Juegos sectoriales en el desarrollo de un instrumento europeo de gestión de crisis ”, Politique européenne, 2016/1 (N ° 51)
  • Shewit Woldemichael, “¿Logrará mejor el Consejo de Paz y Seguridad de la UA en 2020? », Instituto de Estudios de Seguridad- ISS Today, 23/01/20
  • Simon Allison, «El conflicto sigue siendo el mayor desafío de África en 2020», Instituto de Estudios de Seguridad – ISS Today, 01/06/20
  • Unión Africana, “Asociaciones externas formales entre la UA y organizaciones, regiones o países

[1] Simon Allison, «El conflicto sigue siendo el mayor desafío de África en 2020», Instituto de Estudios de Seguridad – ISS Today,

[2]Philippe BRAILLARD, «La política exterior de la Unión Europea: ¿utopía o realidad?»

[3] Matthieu Tardis, “Asociaciones entre la Unión Europea y los países africanos sobre migración: un problema común, intereses divergentes, Notes de l’IFRI marzo de 2018

[4] Fundación Robert Schuman, “Cooperación Unión Europea / África: la externalización de las políticas migratorias europeas”, Question d’Europe, nº 472, 30/04/2018, disponible en: https://www.robert-schuman.eu/fr/questions-d-europe/0472-la-cooperation-union-europeenne-afrique-l-externalisation-des-politiques-migratoires

Igualdad y Políticas de Género en Etiopía

Mario Fanjul

Introducción

Etiopía es el segundo país más poblado de África. Con una población que va camino de alcanzar los 110 millones de habitantes, el crecimiento poblacional etíope va acompañándose de un crecimiento económico (10.8 por año de 2004 a 2011) que, aunque importante, aún mantiene a 37 millones de personas en la pobreza[1].  De tal manera, con una Renta per Cápita de 768 dólares (Banco Mundial, 2017), Etiopía sigue ocupando los puestos de mayor vulnerabilidad en términos de desarrollo humano, con importantes brechas en términos de ruralidad, edad, componentes étnicos y Género.

Como parte de los países signatarios de la Agenda 2030, la Igualdad de género, meta recogida en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 5 (ODS 5) es un compromiso adquirido por el Gobierno Etíope. Pese a importantes avances en términos normativos, Etiopía sigue enfrentando importantes retos en materia de igualdad de género en un contexto en el que, a medio plazo, se plantea ambiciosas metas en relación con la creación de empleo o al crecimiento económica. El Ministerio de la Mujer, Infancia y Juventud (MoWCYA) es la instancia pública de mayor rango con competencias específicas en igualdad de género. Sin embargo, la vulnerabilidad institucional y, especialmente, el arraigo de una cultura patriarcal en todas las esferas de la vida etíope (cultural, política, social, económica, religiosa…) dificultan enormemente la aplicación práctica de las políticas públicas y el avance en la construcción de la igualdad de género en el país.

Marco Legal y avances en la Igualdad de Género

En 2019, Etiopía fue uno de los cinco primeros países en avanzar en el Global Gender Gap Index.[2] Este avance fue debido, especialmente, a los importantes progresos en el ámbito de la salud (con reducción de mortalidad materna, aumento significativo de acceso a servicios de salud sexual y reproductiva…) así como de liderazgo político (con un gabinete ministerial apuntando a la paridad). Este progreso ha sido debido a un largo camino en el ámbito normativo para reducir progresivamente las brechas de género en el país.

En 1992 se crea la Women Affairs Office (WAO) para promover la equidad de género y las políticas sensibles al género. Esta institución, origen del posterior Ministerio de la Mujer, Infancia y Juventud (MoWCYA) liderará, en 1993, la primera Política Nacional sobre las Mujeres en Etiopía. Esta ley, vigente hasta la actualidad, incluyó objetivos vinculados con la equidad en aspectos políticos, sociales y económicos, incluyendo propiedad de la tierra y reparto de beneficios del trabajo, acceso a servicios básicos, eliminación de prácticas perjudiciales y de supremacía de los hombres, participación de mujeres en el ámbito público y en la toma de decisiones.

La Constitución de Etiopía de 1995 constituyó un avance en la consolidación de los derechos de las mujeres de Etiopía. La Constitución proclama la igualdad entre hombres y mujeres en el Artículo 34 (derechos familiares y maritales),  incluye derechos de las mujeres en el Articulo 35 y hace referencias a los derechos laborales de las mujeres (Artículo 42) y a su participación en la vida económica y social.

A partir de los años 2000 se desarrollan varios marcos normativos que incluyen aspectos vinculados con la igualdad de género como la revisión de la ley de la familia (2000) que incorpora elementos sobre la violación de los derechos de las mujeres, la discriminación en el matrimonio, el divorcio y la crianza de hijos. El Nuevo Código Criminal (2005) incorpora el tratamiento de la violencia basada en género, la eliminación de prácticas tradicionales perjudiciales como la mutilación genital, el secuestro y violación con fines matrimoniales y otros. A la luz de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y Beijing+5, en el año 2006 se desarrolla el Plan de Acción Nacional para la Igualdad de género 2006-2010 a la luz de los ODM como un paquete de medidas para el desarrollo de las mujeres en asuntos económicos, sociales y políticos.

En el año 2010, con la Proclamación 691/2010 se reestructura el Ministerio de la Mujer para incorporarle aspectos de infancia y juventud (MoWCYA). Se amplían sus competencias en regular y preparar políticas, desarrollar programas e impulsar la transversalización. Este ministerio comienza a desarrollar instrumentos para incluir el enfoque de género en las políticas públicas como las Orientaciones para la Transversalización de Género de 2011 (que se complementará con un segundo paquete en 2017), las Orientaciones para la Transversalización de Género de 2012 o las Guías para la respuesta a presupuestos sensibles al Género de 2012.

En los últimos años se avanzó en la consolidación de algunos derechos como la extensión del tiempo de maternidad a 120 días y el de paternidad a 10 días laborables (Public servant Proclamation 1064/2017) o el establecimiento de medidas para perseguir y prevenir el acoso sexual en el trabajo (Proclamación 1156/2019). En 2018, el Consejo de Ministros constituido pro el Primer Ministro Abiy Ahmed estableció un Gabinete paritario, con 50% de mujeres.

Sin embargo, y pese a los avances normativos, las mujeres etíopes continúan afectadas por una profunda inequidad en todas las dimensiones, desde el ámbito económico al participativo, desde el acceso a la cultura y la educación o a la vida libre de violencia. Las cifras actuales de Mutilación Genital Femenina (más del 95% en algunas regiones), de violencia basada en género (80% de mujeres manifiestan haber experimentado algún tipo de acoso callejero y un 28% violencia por su pareja), el reparto desigual de la tenencia de la tierra (pese a que la ley exige una propiedad compartida) o el porcentaje de analfabetismo en mujeres (superando el 60%) constatan las importantes brechas en materia de igualdad de género que enfrenta Etiopía. De manera especial, las inequidades de género son aún mayores en ciertos colectivos como mujeres rurales, pastoralistas, con discapacidad o en situación de desplazamiento.

Dinámicas de la exclusión y desigualdad de género

Las dinámicas patriarcales en la organización social, política y económica en Etiopía se constituyen como el principal origen de las exclusiones y desigualdades de género en el país. En un contexto de diversidad cultural con más de 80 grupos étnicos, los patrones excluyentes hacia las mujeres son una tónica habitual salvo muy reducido número de casos en los que (muchas veces como respuesta a la exclusión) se han desarrollado prácticas sociales o culturales de apoyo a las mujeres. Este es el caso del Addooyyee, espacios de diálogo y protección entre mujeres muy frecuentes en los pueblos oromo o las recientemente desarrolladas iniciativas de ahorro basadas en grupos comunitarios de mujeres.

Con un 78% de población rural[3] el acceso a la tierra de cultivo sigue siendo el principal condicionante para el desarrollo económico en Etiopía. Sin embargo, las mujeres ven vulnerado ese derecho de manera sistemática, siendo controlada la propiedad de la tierra por sus maridos o familiares hombres. De tal manera, sólo el 19.2% de las propiedades productivas son propiedad de las mujeres y sólo el 12% de las mujeres a nivel del país tienen acceso a la tierra[4]. En un alto porcentaje, la propiedad única por parte de las mujeres no significa el control de esta sino solamente un trámite administrativo estando la gestión real a cargo de sus hijos o parientes. Las limitaciones en el acceso a la propiedad de la tierra se acompañan de las dificultades para acceder a crédito. Ante la falta de garantías, las mujeres en Etiopía enfrentan importantes retos para acceder a financiación de cara a apoyar sus iniciativas productivas. Si bien las brechas en cuanto a acceso a productos crediticios no son tan grandes (15% de mujeres frente a 21% de hombres en zonas rurales a nivel nacional) las mujeres acceden a montos muy inferiores y condiciones mucho más inequitativas que los hombres. Sin embargo, es necesario señalar el importante papel que las mujeres juegan en la participación en cooperativas de crédito y ahorro.  Mientras que la participación de mujeres en cooperativas agrícolas es cinco veces menor que la de los hombres, la participación femenina en organizaciones rurales de crédito es de un 20% menos.

Según FAO, la vulnerabilidad de las mujeres ante el Cambio Climático como las modificaciones de las épocas de lluvia o los efectos de desastres naturales afecta a las mujeres pro encima del ya alto 80% de dependencia de los productores etíopes. Las sequías y la escasez de agua repercuten directamente en las mujeres, tradicionalmente responsables de proveer a las familias.

De manera vinculada al desarrollo agrícola, las mujeres están relegadas al trabajo de cuidados y al sector informal (36%), recibiendo menores salarios por iguales trabajos que los hombres. Además del acceso a recursos productivos, las brechas en la educación son una de las principales limitantes para la participación de las mujeres en el sector productivo. Sólo el 42% de las mujeres han completado la alfabetización básica en Etiopía (frente al 69% de los hombres) y, en la amplia mayoría que abandona sus estudios, lo hace en cursos más bajos.

En Etiopía, una de cada cinco mujeres ha experimentado algún tipo de violencia física desde la edad de quince años[5]. La aceptación social de la violencia como forma de solucionar los conflictos en la familia genera que una de cada tres mujeres sufra violencia por parte de sus parejas. De igual manera, el acoso callejero y la violencia sexual siguen estando parcialmente invisibilizadas en las encuestas, normalizando este tipo de prácticas especialmente en situaciones de crisis. De manera especial, las prácticas tradicionales nocivas (HTP) como la Mutilación Genital Femenina, el Matrimonio Infantil, y el secuestro y violación con fines de matrimonio siguen estando muy presentes en la vida de las mujeres. Pese a un progresivo rechazo social de estas prácticas, el 65% de las mujeres han sido sometidas a algún tipo de mutilación genital en Etiopía y el 40% de niñas son casadas antes de los 18 años (14% menores de 15 años)[6]

En términos de participación, Etiopía ha realizado importantes avances. La participación de las mujeres en las tomas de decisiones sobre su salud se ha incrementado en los últimos años del 45% en 2005 al 71% en 2016, aumentando el uso de métodos de planificación familiar[7]. De igual manera, la casi paridad absoluta en la conformación del gabinete de ministros, el aumento de mujeres parlamentarias hasta el 38% o la presidencia del país a cargo de una mujer son importantes avances. Sin embargo, aun existe un largo camino por recorrer. Muchos de los cargos ocupados por mujeres tienen un alto componente de representación institucional y baja capacidad de decisión. De igual manera, la capacidad de influir en las decisiones estratégicas por parte de las mujeres aún es cuestionable.

A nivel rural, solo el 25% de los hogares están liderados por mujeres, quienes asumen las responsabilidades de crianza, cuidados, recogida de agua o mantenimiento del fuego, tareas que afectan directamente a su salud y desarrollo personal.

Marco Institucional en Etiopia para la Igualdad

En febrero de 2021, el Ministerio de la Mujer, Infancia y Juventud presentó el planteamiento de trabajo en la revisión de la Política Nacional de la Mujer para desarrollar una futura Política de Género que sustituya a la Política de 1993. Este nuevo marco regulatorio estaría alineado con el Plan de Desarrollo del Gobierno Etíope denominado 10 Years Perspective Plan (10YYP)

El nuevo plan de desarrollo del gobierno de Etiopia incluye importantes avances con relación a la igualdad de género. Por primera vez se propone establecer un registro de delitos sexuales y crear una policía especifica para atender la violencia de género, con capacidades y instrumentos adecuados. De igual manera se establecen espacios de participación y discusión a nivel rural (Women’s Designated Hubs) para abordar las temáticas de especial interés para las mujeres. Con relación al desarrollo económico, el 10YPP propone constituir mercados con protagonismo para las mujeres, con el fin de impulsar dinámicas económicas más justas e inclusivas, así como constituir semilleros de empresas orientados a negocios liderados por mujeres. En el ámbito del liderazgo, se pretende construir un centro de formación de líderes, intercambiando experiencias con otros países africanos.

A partir de esta política marco, el nuevo plan a diez años para el sector Mujer, Infancia y Juventud (2021-2030) incluye tres orientaciones estratégicas vinculadas con los derechos y bienestar (eliminación de violencia y discriminación), participación y representación (participación y representación equitativa) y beneficios en el desarrollo (desarrollo equitativo, economía formal, propiedad de la tierra…).

Aunque la propuesta de nueva política de Género, alineada con el 10YPP aún mantiene importantes brechas en cuanto a la reorganización de las estructuras tomadoras de decisiones, la participación efectiva de las mujeres, los derechos sexuales y reproductivos o los cambios en las concepciones patriarcales de organización social, en líneas generales ha sido bien acogida por los actores involucrados en el desarrollo equitativo y la justicia de género en el país. Sin embargo, el principal reto para la aplicación efectiva de las políticas públicas de género es la situación de la “institucionalidad de género”, con entidades públicas responsables muy débiles y una baja implementación a nivel local.

El nuevo plan gubernamental prevé un aumento del presupuesto disponible para las políticas de género así como la articulación con organizaciones locales. En los últimos años, por ejemplo, el gobierno etíope ha promovido los comités de desarrollo de las mujeres (WDA) para abordar problemáticas de las mujeres a nivel local, con alto protagonismo en el sector salud. Sin embargo, mientras se apoyan nuevas estructuras que entremezclan la sociedad civil con las entidades públicas (al igual que también ocurre con la Alianza Nacional para poner Fin a la Mutilación Genital Femenina y el Matrimonio Infantil), las entidades competentes siguen disponiendo de un personal insuficiente, sin capacidades técnicas ni experiencia y sin disponibilidad de datos veraces que contribuyan a la toma de decisiones. De igual manera, las instituciones responsables de los asuntos de género tienen una muy baja capacidad de influencia en la elaboración de políticas macro, a nivel económico o de desarrollo, relegando su participación a espacios muy anecdóticos. La baja capacidad a nivel federal, unida a la negativa percepción sobre la importancia de los asuntos de género, se traduce a nivel regional y local en casi la desarticulación total de las políticas de género.

En un país altamente descentralizado como Etiopía, la concreción de las políticas se juega aniveles subnacional. Sin embargo, las oficinas regionales de la mujer, infancia y juventud reciben menos del 2% del presupuesto, porcentaje que se reduce a nivel local, donde los presupuestos no suelen alcanzar el 1%, de los cuales el 90% se centra en pago de salarios. De tal manera, pese a cierto compromiso político a nivel federal, la falta de capacidades institucionales unida a la reacción adversa ante los aspectos de género, las políticas de igualdad acaban limitándose a buenas palabras en los documentos de contexto de las políticas “prioritarias”, con un reducido impacto real en la vida de las mujeres y niñas.

Conclusiones y Recomendaciones para avanzar en la Igualdad de Género en Etiopía

Abordar las desigualdades de género en Etiopía requiere de la unión de esfuerzos entre entidades públicas, sociedad civil y organizaciones privadas. Si Etiopía pretende impulsar una Política de Género transformadora, deberá orientarse a reducir las desigualdades de poder entre hombres y mujeres en todas las esferas de la vida cultural, social, económica o política. Desarrollar actividades “para mujeres” podrá mejorar las condiciones de vida de mujeres etíopes, pero difícilmente transformará las estructuras generadoras de exclusión, continuando con la dinámica de vulnerabilidad.

Durante el diseño, implementación y evaluación de las políticas de género será necesario contar con actores con experiencia que contribuyan durante todo el proceso. Sin embargo, los actores internacionales (muy presentes en el país) no deben sustituir los roles y responsabilidades de los actores clave etíopes. De tal manera, será preferible dilatar los tiempos en el diseño de los marcos regulatorios o incluso reducir la ambición en el alcance de estos a disponer de ejemplares documentos con muy poca apropiación por parte de sus protagonistas.

El papel de la Sociedad Civil en Etiopía ha cobrado cada vez más fuerza en los últimos años. Organizaciones de mujeres profesionales, campesinas, trabajadoras, entidades especializadas en reducir la violencia de género y grupos feministas, han tomado un especial protagonismo en un debate poco diverso hasta la fecha. Incluir el enfoque feminista, de diversidades o de juventud en el contexto de la globalización, es un excelente aporte para políticas de género en el siglo XXI.

Los compromisos políticos deben materializarse en instituciones públicas competentes, capaces de implementar las políticas de género y con los medios necesarios. De tal manera, fortalecer el Ministerio de la Mujer, Infancia y Juventud será crucial durante los próximos años. Establecer adecuadamente una estructura interna, definiendo competencias y dotándola de personal comprometido será un necesario primer paso para, posteriormente, desarrollar planes de capacitación por competencias para los servidores y servidoras públicas. En esta conformación, el Ministerio debe ser ejemplar en cuanto a incorporación de la diversidad étnica, cultural, religiosa o rural que engloba Etiopía.

Debido a su estructura descentralizada, el ejercicio de actualización y reforma del Ministerio de la Mujer, Infancia y Juventud debe replicarse a nivel regional y, posteriormente, establecer mecanismos para capacitar, dotar de recursos y fortalecer a las oficinas locales (woredas) de la mujer. Si bien la participación de Sociedad Civil, ONG y otras entidades es fundamental para garantizar los derechos de las mujeres, será necesario disponer de estructuras públicas que, de manera eficiente, puedan dar seguimiento a las políticas públicas a todo nivel.

La violencia contra las mujeres y niñas y particularmente la violencia sexual y las prácticas tradicionales nocivas debe ser una prioridad para el Gobierno de Etiopía. La creación de marcos legales, sistemas judiciales y un cuerpo especializado de policía para abordar la violencia basada en género es un importante avance que debe ser acompañado de sensibilización social, abordaje en escuelas y centros de salud, trabajo con líderes sociales y religiosos y, especialmente, con los y las jóvenes.

En este sentido, Etiopía no debe tener miedo a abordar la Igualdad de Género desde su propia historia. La igualdad es un valor para las sociedades que, lejos de separarlas de sus valores y tradiciones, contribuye a consolidar los valores esenciales a lo largo del tiempo, poniendo en relieve lo más positivo de la cultura. La desigualdad y marginación no es parte de ningún tipo de manifestación étnica o cultural sino el resultado de la influencia del patriarcado dentro de la evolución de las dinámicas sociales. Por ello, impulsar el diálogo religioso e intercultural será fundamental para avanzar en la igualdad.

Lejos de pensar que la Igualdad de Género es un “asunto de mujeres” deben dedicarse esfuerzos para transversalizar el enfoque de género en todas las políticas públicas y espacios de discusión. El Ministerio de la Mujer será el garante de dotar de elementos para la incorporación del enfoque de género en otros sectores de la administración pública que deberán tener sus propios puntos focales para dar seguimiento a este aspecto central del desarrollo y el Estado de Derecho.

Para acompañar los esfuerzos públicos, la sociedad civil y otros actores sociales deberán contribuir en elevar la sensibilización y compromiso de los diversos actores implicados con la igualdad. Motivar diálogos, apoyar la reflexión colectiva, impulsar el análisis con enfoque de género serán estrategias fundamentales para construir relaciones más justas. De manera especial, apoyar los espacios de participación de mujeres, a través de organizaciones de distinto índole, será fundamental para garantizar su efectiva inclusión en la toma de decisiones.

Etiopía tiene un largo camino por recorrer en materia de igualad en varios frentes (normativo, político, social, cultural…). Aunque pueda resultar que aún no se dan las condiciones necesarias, es importante que los actores sociales continúen sus esfuerzos para iniciar la discusión sobre el feminismo etíope, las diversidades sexuales o la construcción de masculinidades. Resulta un trabajo arduo no exento de riesgos, pero que contribuirán a acelerar los cambios y transformar realmente la sociedad etíope, hacia un modelo de inclusión, equidad e igualdad.

Bibliografía Consultada

  • 10 Years Perspective Plan – Document
  • Annual Health Sector Performance Report, 2011 EFY, Ministry of Health (2018/19)
  • Assessment Series, FAO (2019)
  • Ethiopia Demographic and Health Survey. Central Statistical Agency/CSA/Ethiopia and ICF (2016)
  • Ethiopia National Human Development Report, UNDP (2018)
  • EUD Ethiopia Gender Country Profile. 2021. Labani Motlagh, Sepideh.
  • Feminist policy analysis: implications for the agricultural sector in Ethiopia. Drucza, K and Rodriguez, C.M (2018), CIMMYT, Addis Ababa, Ethiopia,
  • Global Gender Gap Report 2020
  • Integrating gender considerations in Ethiopia’s National Adaptation Plan (NAP) Process: Analysis and recommendations. Environment, Forest and Climate Change Commission. (2018).
  • National gender profile of agriculture and rural livelihoods – Ethiopia. Country Gender Assessment Series, FAO (2019)
  • New Gender Policy in Ethiopia, 2021. Ministry of Women, Children and Youth
  • Preliminary Gender Profile of Ethiopia, UN Women (2014)
  • UNICEF Fact Sheet – Girl’s Education Ethiopia, November 2018, UNICEF (2018)
  • Women Development and Change Package. Ministry of Women’s and Children’s Affairs (2017)
  • Writing Our Rights. Researches. Setaweet and SOAS. 2021

[1] Banco Mundial. World Bank website, https://www.worldbank.org/en/news/press-release/2015/01/20/poverty-ethiopia-down-33-percent 

[2] Global Gender Gap Report 2020, http://www3.weforum.org/docs/WEF_GGGR_2020.pdf  

[3] Estimación de NNUU. https://www.macrotrends.net/countries/ETH/ethiopia/population

[4] National gender profile of agriculture and rural livelihoods – Ethiopia. Country Gender Assessment Series, FAO (2019

[5] 2016 Ethiopia Demographic and Health Survey

[6] UNICEF Fact Sheet – Girl’s Education Ethiopia, November 2018, UNICEF (2018) 

[7] Ethiopia Demographic and Health Survey (2016) 

La importancia de la memoria histórica en la construcción y mantenimiento de la paz en el continente africano

Adriana Gómez Izquierdo


Los conflictos armados en el continente africano son cada uno únicos en su clase y en complejidad, aunque siempre con unas características concretas. Estos, pueden entenderse y analizarse siempre y cuando se tenga en cuenta el contexto histórico, así como una recapitulación en el tiempo acerca de sus procesos de origen, como se expanden, se mantienen en el tiempo o incluso desaparecen.

A día de hoy, África se sitúa en el centro de la agenda internacional por muchos motivos, entre los cuales podemos destacar los intereses económicos y comerciales de los diferentes organismos y actores internacionales. El recorrido histórico por el cual África se ha visto envuelta hace que se le atribuyan numerosos rasgos y características, que aunque en su día fueron ciertos, hoy solo perpetúan el estigma y los prejuicios. El despertar del pueblo africano no es algo nuevo, a pesar de haberlo solo oído recientemente, y se nos olvida a todos y a todas, la responsabilidad moral que tenemos de comenzar a analizar África, como un continente capaz y con un peso muy importante en la esfera internacional.
Siendo África un continente con un gran potencial en las esferas económicas, comerciales o incluso demográficas, conviene, desde la esfera internacional, potenciar el papel de la seguridad, la gestión de conflictos y la crisis migratoria, junto con otros retos como la pobreza, el desempleo y el cambio climático.

Durante este breve ensayo, analizaremos como la inclusión de la Memoria Histórica puede ser un elemento clave para ayudar, desde la comunidad internacional, ya no solo a la resolución de conflictos enraizados en la historia, sino para el mantenimiento de la paz a largo plazo. No podemos olvidarnos tampoco de que ya existen herramientas y metodologías para la resolución de los conflictos (que no podremos repasar por completo debido a la brevedad de este ensayo) las cuales no podemos afirmar que tengan éxito, pues como veremos a continuación el uso de la fuerza en los conflictos es, en muchas ocasiones, el primer recurso utilizado en la intervención.

Siendo la educación frente al conflicto, un recurso poco explotado en el continente, ¿sería esta una forma de poder por fin curar las heridas enraizadas entre las comunidades? ¿Es el uso de la memoria histórica una herramienta positiva para las generaciones futuras?

Recorrido histórico y actualidad

Los conflictos han evolucionado con el paso del tiempo y con ello su naturaleza. Debemos comprender el pasado de los conflictos en África para entender el presente de los mismos.
El concepto de conflicto ha ido evolucionando a lo largo de la historia y ha ido teniendo diferentes interpretaciones, especialmente tras la colonización y en los contextos de la Posguerra Fría. Necesitamos comprender la descolonización como uno de los momentos claves, que impuso la búsqueda de una identidad dentro de cada país del continente africano, afrontando la construcción de procesos muy complejos que aún existen en el presente. “A partir de ese momento deben construir, en un corto periodo de tiempo, un Estado inspirado en el modelo del viejo continente y una identidad nacional, pero en entidades artificiales territorialmente, creadas por la administración colonial, sin una lógica étnica, lingüística e histórica coo para que esas sociedades se identificasen con la -nación-.” (Jara Cuadrado, 2015, p.9)

Tras las independencias y tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial se hizo cada vez más patente el antagonismo político, ideológico y económico entre las superpotencias fuera de África. La esencia de los conflictos internacionales externalizados dentro de las fronteras del continente africano fue y es una realidad. La esencia del conflicto reside en la incompatibilidad de los objetivos entre los actores, que pueden así estar a su vez relacionados con los recursos, el poder o la identidad. Especialmente tras las independencias y con evidentes diferencias en los grados de intensidad, se comienzan a suceder las guerras civiles africanas, donde las incompatibilidades entre diferentes grupos terminan en el intento de consecución de sus objetivos políticos a través de la fuerza y las armas.

Causas y características de los conflictos

Tras el final de la Guerra fría, apareció un nuevo orden mundial con conflictos importantes que se dieron en el centro de las Agendas de Paz y Seguridad, surgiendo así, nuevos rasgos en la naturaleza de los conflictos. Por lo general, usamos tres ideas para definir cualquier conflicto en el continente: (Navarro, 2021) las guerras étnicas, las guerras producidas por los recursos naturales y el fracaso o la mala gobernanza por parte de los estados africanos. Si bien es verdad que dichas ideas son imprescindibles para entender algunos de los procesos dados, no deben ser las únicas, pues por sí solas resultan incompletas para abarcar un fenómeno muy complejo. No podemos tampoco, universalizar todos los conflictos. Hay muchísimos elementos y actores que se desarrollan y transforman a medida que la forma del conflicto evoluciona también por sí misma.

En ocasiones, el diagnóstico que realizamos sobre las causas y problemas de las realidades del continente acaba creando soluciones condicionadas y, en consecuencia, poco acertadas para la gestión de los conflictos. “El diagnóstico que realizamos sobre las causas y los problemas de las realidades africanas y sus conflictos armados acaba por condicionar las “soluciones” que se ofrecen, y debido a ello, si estos diagnósticos son incompletos e insuficientes, las soluciones también lo serán.” (Iván Navarro, 2021, p.1)

Necesitamos ampliar la mirada e incluir, definitivamente, el resto de los elementos y herramientas para evitar la construcción de una sola historia. Partiendo de la base de que no podemos olvidar las particularidades de cada país y de cada contexto, encontramos multiplicidad de causas para el origen de los conflictos como son los factores económicos, la desigualdad y la identidad. A menudo la pobreza, la falta de recursos y oportunidades económicas y el desempleo, junto con otras características, son las causas que explican la continua inestabilidad que padece África. “Las dinámicas de los conflictos en África son muy complejas y merecen un análisis detallado. No obstante, en el origen de la mayoría subyacen unas mismas causas: un reparto injusto de la riqueza, regímenes autoritarios que mantienen los privilegios económicos de una minoría, militarización, discriminación étnica, represión política y violaciones de los derechos humanos.” (Paulina Correa, 2011, p.5)

La sociedad civil juega un papel importantísimo en la actualidad de los conflictos, llegando a ser incluso el blanco de estos. Los actores de estas llamadas “nuevas guerras» son difusos debido a su multiplicidad y el análisis del conflicto suele complicarse debido a la cantidad de elementos diversos que convergen en él. A pesar de ser conflictos intraestatales, hay multiplicidad de factores externos que se integran orgánicamente en el conflicto y que pasan a internacionalizarlo. Esta inclusión de actores externos implica también una ampliación de las fuentes de inseguridad.

Gran parte de los conflictos armados que se dan en el continente se encuentran íntimamente relacionados con la expansión del Estado Islámico y su influencia radical en el desarrollo de otros grupos locales con características específicas. Solo en 2019, nueve países del continente africano experimentaron conflictos relacionados con este grupo armado. Se ha producido también, un aumento de movimientos que realizan una interpretación fundamentalista de la religión musulmana, vinculándola con grupos terroristas. Conviene destacar la importancia de los factores estructurales en la creación y conformación de los conflictos, en los cuales, jóvenes formados y cualificados, sin oportunidades, ni expectativas, ni soluciones por parte del estado, victimas de la desigualdad, se adhieren a grupos de ideología radical.

Hay un cambio en el origen de las amenazas, pues ya no proceden solo del exterior, pero surgen como problemas internos que pueden llegar a convertirse en una amenaza para el estado mismo y para la población. Los conflictos no son solo amenazas directas físicas, si no aquellas necesidades básicas no cubiertas, encontradas bajo el paraguas de la vulneración de los derechos humanos y el desarrollo fallido.

Éxitos y fracasos de la comunidad internacional

La comunidad internacional frente a los conflictos suele intervenir en primer lugar, con intentos diplomáticos para intentar llegar a acuerdos de alto al fuego, diseñando y creando estrategias, así como soluciones políticas, sociales y económicas que resuelvan esas incompatibilidades. A lo largo de la historia se dan diferentes generaciones y evoluciones en las misiones de paz de la Organización de las Naciones Unidas. En el presente, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas busca en todo momento lograr 3 objetivos principales, conocidos como el Trilema del Consejo: maximizar el éxito de la misión, maximizar la rentabilidad y la eficiencia, y, por último, minimizar el riesgo procurando evitar fatalidades.

Hay cierto tipo de características clave en las misiones de paz, que pueden llegar a garantizar su efectividad. Las Misiones de Paz ya de por si disminuyen la probabilidad de conflictos a gran escala e indirectamente contribuyen a lograr la paz. El mandato y la dimensión son aspectos claves dentro de las misiones:

  • Las misiones multidimensionales (de carácter militar, político y humanitario con componentes civiles y sociales importantes) y robustas (con autorización militar táctica que busca reducir la resistencia de los actores y aumentar el consentimiento de intervención), están asociadas al éxito y a la prevención de la violencia de baja intensidad, democratización y reconstrucción internacional.
  • En cuanto al tamaño, los factores clave son el presupuesto y el número de efectivos desplegados. Cuanto mayor sea la fuerza militar empleada, mayor probabilidad existe en la reducción de la violencia, la protección de la población civil, el acceso a la cooperación y la paz. El numero de efectivos es irrelevante y la intervención militar será ineficaz si no se elige el mandato adecuado para la intervención.

    Caso de éxito: Costa de Marfil
    País en contexto de dificultades económicas y transición democrática que llevaron a una dinámica donde la política hizo uso de la identidad como instrumentalización y división social. Se produce una guerra civil en 2002 entre el norte del país caracterizado por un amplio uso de la religión musulmana y el sur de religión católica. Comienzan a mediar en 2002 la CEDEAO y Francia, a los cuales se unen la ONU en 2003. En 2011 con la segunda guerra civil, la misión pasa a ser multidimensional con mandato amplio y robusto, donde son utilizados varios componentes de actuación y una cantidad considerable de presupuesto y efectivos desplegados. Hubo ciertas acciones cuestionadas por las características del mandato robusto, pero la misión de la ONU finalizó oficialmente en 2017 con una relativa estabilidad política en el país.

    Caso de fracaso: Angola
    La guerra civil en Angola comienza con la transición a la independencia en 1975. El partido gobernante MPLA y el Grupo Rebelde UNITA apoyado por Estados Unidos y Sudáfrica, llegan a un acuerdo de paz en 1991, conocido como “Acuerdo de Bicesse” donde se disponía una transición a la democracia multipartidista bajo la misión de Naciones Unidas. Las elecciones de 1192, acordadas y previstas en el acuerdo de paz tienen como resultado la derrota de UNITA, los cuales no aceptan los resultados y comienzan una nueva guerra civil hasta el año 2002, cuando el líder Savimbi fallece. En este caso hay causas endógenas y exógenas que propiciaron el fracaso de la misión, entre las cuales podemos destacar que el tamaño y mandato de la misión fueron insuficientes, así como la financiación y la capacidad militar y organizativa. Estas acciones sumadas a la mala gestión de los actores implicados tuvieron resultados fatales.

    La memoria histórica como herramienta para el mantenimiento de la paz

    El fin de un conflicto no implica la paz, hay acuerdos que pueden no llegar a cumplirse y que se produzcan obstáculos entre los diferentes actores en el postconflicto. Hay retos importantes en el contexto postconflicto a tener en cuenta, tales como: evitar las recaídas en la violencia, las precisas reparaciones psicológicas y socioeconómicas (infraestructuras, educación y salud), recuperación de las personas refugiadas y desplazadas, la desmilitarización, la reconciliación, reparación y justicia, así como la reconstrucción de las instituciones del Estado que vuelvan a generar confianza a la población civil.

    El mantenimiento de la Paz ya no solo reside en trabajar los procesos que subyacen tras la resolución del conflicto, sino que integra la idea de alcanzar la igualdad social, jurídica, y económica que se encontraron en la base de las tensiones iniciales. Trabajar las desigualdades horizontales permitirá no regresar a un contexto con las mismas situaciones y los mismos actores presentes que alimentaron el conflicto.

    “El mal sufrido debe inscribirse en la memoria colectiva, pero para dar una nueva oportunidad al porvenir” argumentaba Tzvetan Todorov (1999) sobre la oportunidad que brinda esta misma para la construcción de paz.

    La asimilación de los testimonios y la recopilación de memorias de los supervivientes puede ser una de las herramientas mas importantes para que la humanidad comprenda las etapas que no deben volver a repetirse. Las memorias en tiempos de conflicto no se recolectan para obedecer a uno de los bandos o cualquier otra dinámica sinsentido, sino todo lo contrario, surgen y sirven como un recordatorio, un aviso, como una alarma inesperada de lo difícil, crudo y devastador que podemos llegar a ser entre nosotros mismos, como personas.

    Recoger el dolor y exponerlo en el escenario público serviría como mecanismo de sensibilización hacia las generaciones del presente y las futuras, para que el conflicto pasado no le resulte a nadie indiferente y para que jamás se naturalice y se haga cotidiano el enfrentamiento. “La memoria histórica es un recuerdo colectivo, una evocación volcada hacia el presente del valor simbólico de las acciones colectivas vividas por un pueblo en el pasado […] La memoria histórica permite desmitificar los enfrentamientos del presente y buscar soluciones” (García-Bilbao, 2002).

    Después de que toda una sociedad haya comprendido la profundidad de los daños e impactos causados por un conflicto, tarea extremadamente difícil, se necesita recordar. Pero no recordar en cifras, en resultados económicos o en índices de desarrollo, sino con testimonios. Dichos testimonios pueden tener el poder de dar espacio y conciencia a los procesos de construcción de paz.

    La necesidad de empoderamiento de la sociedad civil, en muchas ocasiones actores invisibilizados trabajando de forma aislada a la esfera oficial de construcción de paz, puede ser posible gracias al trabajo conjunto que trae la memoria para el perdón y la reconciliación. La educación y la sensibilización emergen como temas de vital importancia a la hora de determinar la paz y el desarrollo social del futuro y tanto las Organizaciones Internacionales como las Instituciones del Estado, deben generar espacios para comprender las dinámicas dadas, recapitular y conocer el camino que no se ha de volver a pisar. “La acción de memoria, el ejercicio de memoria tiene sentido en la medida en que posibilita la reconexión del sujeto como sujeto político, como el que actúa en lo público, como actor social, parte de, perteneciente a, sujeto de su propia historia y de la historia colectiva. El homenaje, el testimonio, el símbolo y el performance y todas esas cosas bonitas que se hacen para reconstruir la memoria histórica no tendrían sentido si no es para tomar conciencia de lo que nos ha pasado; (…) se trata de la sociedad, del tejido social que se ha roto y es allí donde toma sentido el sujeto, que es, además, un sujeto político colectivo que ha sido golpeado sistemáticamente para lograr precisamente ese efecto, el efecto indiferencia, el efecto postración.” (Juan David Villa Gómez, 2013, p.21)

    Es la herramienta de la memoria por tanto funcional no solo como recordatorio, sino como fundamento de soluciones y como herramienta para la consecución de la reparación postconflicto. La memoria debe usarse de manera adecuada y racional de modo que no forme parte de estrategias que en sus procesos violen los derechos de las víctimas, muchas de las cuales viven aún en su presente, el conflicto pasado.

    Conclusiones

    Debemos abordar las construcciones de paz desde un enfoque integral y multidimensional. A pesar de que existan mecanismos comunes y funcionales en las misiones internacionales para la estabilización y resolución de los conflictos armados, no podemos olvidar que cada contexto y país tiene sus particularidades, características y escenarios.

    Integrar el mayor numero posible de actores locales que lleven el liderazgo en la etapa post conflicto puede facilitar el empoderamiento social, con un trabajo directo y regional y con medios y herramientas útiles también para los actores internacionales. Como hemos visto, trabajar la memoria histórica, así como los problemas y causas estructurales que han conducido a la escalada de violencia puede ser de las medidas más efectivas para la reparación.

    Debemos poner en primera línea la cuestión de la memoria histórica, integrándola en los procesos de reconstrucción de paz y proporcionando herramientas a los estados que impliquen entre ellas, una reeducación de la sociedad civil para la no repetición de la violencia. La sostenibilidad de la paz es imprescindible para que los diferentes actores implicados puedan recuperarse y establecer así nuevas dinámicas, diálogos y elementos base para el desarrollo de las comunidades bajo la cooperación mutua, asentando así también las raíces pacificas del funcionamiento del Estado.

Trata esclavista africana: bases para la colonización en el continente y la construcción de las culturas en el Caribe

Adriana Gómez Izquierdo

Entendemos el concepto de esclavitud, en muchas ocasiones, como comercial o económico, cuando evidentemente va mucho más allá. Es la esclavitud, la situación de una persona que carece de derechos fundamentales de forma permanente, así como de libertad, por ejercer un tercero sobre ella todos o algunos de los atributos de propiedad, reduciendo de esta forma a la persona en situación de trata, a un simple objeto.
Es entonces la esclavitud una forma de sometimiento que se practicó en el pasado y que, para vergüenza del mundo, sigue dándose en nuestros días de diversas formas y bajo diferentes métodos. La esclavitud no era algo desconocido en África cuando llegaron los colonos, lo único que las formas en las que era practicado en el continente eran muy diferentes a occidente, o en comparación con la Grecia antigua, más concretamente. Con la llegada de los europeos se produjo un giro en la historia, modificándose la concepción de esclavitud y asimilando el concepto de propiedad o cosa.

La ocupación por parte de los europeos del continente americano, así como la posterior ocupación del continente africano, ha repercutido enormemente a lo largo de la historia, estableciendo dinámicas y fomentando unas consecuencias que perduran en la actualidad de las comunidades y sociedades caribeñas y africanas.

En el presente, muchos africanos consideran la trata de esclavos y la posterior colonización, como las causas principales de la falta de desarrollo y de las crisis actuales. Resulta imposible precisar con exactitud hasta que punto se enraizaron las dinámicas impuestas por los colonos europeos en la autoestima, la mentalidad y en la calidad de las relaciones con otros seres humanos, dentro del continente, pero no podemos obviar los efectos que perduran a día de hoy: la dependencia económica internacional, la expoliación de recursos, el racismo institucional, la falta o incapacidad de establecer políticas públicas y de calidad, fortalecimiento militar etc.

En este breve ensayo, también analizaremos brevemente como las rutas de trata esclavista de África a América, establecieron una serie de premisas que facilitaron la diversidad y patrimonio cultural de la zona a día de hoy.


Breve recorrido sobre la trata esclavista en África

Los europeos comenzaron a llegar al continente sobre todo a partir del siglo XV, estableciendo objetivos en la costa africana con carácter temporal pero que terminaron siendo muy útiles para el comercio internacional. Son los españoles los primeros en realizar actividades de trafico de esclavos en el nuevo mundo, con base en la actual Angola, inicialmente dominada por los portugueses. El crecimiento del tráfico de esclavos se daba desde las zonas de Senegal, Ghana, Congo y Angola. A medida que fue creciendo resultó en una profundización hacia el continente para que pudieran darse los intercambios de mano de obra y materiales que perpetuarían los sistemas de la trata.

La mano de obra proporcionada por la trata esclavista y las nuevas plantaciones en las costas americanas, tuvieron en consecuencia la expansión de las rutas entre América y Europa para la comercialización de los productos cultivados. Los esclavos pasaron a ser considerados activos laborales, lo cual creó y alimento con posterioridad, la justificación moral del colonialismo europeo. Hubo resistencias, por parte de la población africana en forma de revueltas en las plantaciones, daños a los barcos que les transportaban y movimientos religiosos contra el comercio transatlántico. Todo esto a su vez favorecería muchas de las políticas abolicionistas que se dieron con posterioridad.

“El tráfico de esclavos entre África y América fue uno de los principales dramas de la humanidad. Por esta vía, en América se introdujeron más de doce millones de africanos que convertidos en esclavos fueron forzados a trabajar en las plantaciones de cultivos tropicales (caña de azúcar, tabaco, café, añil, arroz, cacao, algodón, etc.). La travesía del Atlántico se realizaba en los llamados “barcos negreros” o barcos de esclavos y recibió el nombre de Middle Passage, Pasaje Medio. En el transcurso del viaje, que duraba entre dos y tres meses, murieron cerca de dos millones de africanos.” (Naranjo, 2020) Durante los años de la trata esclavista se generaron tres rutas diferentes, las cuales tenían mayor o menor flujo de personas:

1) Rutas de esclavos utilizadas dentro de los propios reinos africanos, de tipología comercial y transahariana, utilizadas sobre todo a partir del siglo X. Los esclavos eran considerados una institución complementaria a las familias. Entre los siglos VII y IX, se calcula que llegaron a ser entre 9 y 12 millones de esclavos.

2) Rutas que iban desde la costa este hacia el Mar Rojo y el Océano Índico. Las personas que trasladaban solían servir en el ejército o como agricultores para los cultivos. Entre los siglos VII y IX se calcula que transcurrieron por estas rutas unos 8 millones de personas.

3) Rutas que avalaban y estimulaban el comercio transatlántico como sistema de comercio internacional, creando una red triangular entre África, América y Europa. Fue la ruta más grande, donde entre los siglos XVI y XIX hubo un volumen de entre 25 y 30 millones de esclavos.

El volumen de la trata esclavista fue tal, debido a las condiciones de las rutas, los conflictos, las enfermedades y la muerte. Entre el 10-15% de los cautivos morían en la travesía solo de camino a la costa africana para luego ser transportados en barco hacia América. Además, durante la travesía en ruta por el océano entre el 15-25% de los esclavos moría debido a las condiciones infrahumanas. Se calcula que los esclavos tenían una esperanza de vida de entre 5 y 6 años después de ser capturados, en las plantaciones americanas, siendo además la esclavitud una condición que heredabas en la familia. Siempre morían más esclavos de los que nacían, por lo que la economía y el comercio esclavista necesitaba la constante introducción de africanos en sus plantaciones.

La trata esclavista tuvo grandes impactos a nivel continental e internacional. Amplió y diversifico las redes de comercio, creando oportunidades para las élites africanas que participaban en ellas, haciéndose con el monopolio del continente. Se desarrolló un entramado jerárquico y de carácter político-militar con una centralización territorial mediante la cual se realizaban intercambios con los europeos. Dicha actividad comercial con gobiernos militarizados, fomentó la creación de una atmósfera de violencia donde se estimularon los conflictos entre los estados. Se da, además, una penetración de otras creencias y religiones, con cambios que benefician solo a unos pocos, prolongando el subdesarrollo económico y la dependencia del continente frente al sistema internacional, creando enormes desventajas.

El racismo de hoy en día contra las personas afrodescendientes tiene su origen en la esclavitud de africanos y las rutas esclavistas hacia las Américas. El estatus del esclavo y su supuesta inferioridad, así como el vínculo entre esclavitud y negritud, sirvieron para justificar los crímenes de la trata, esclavitud y estigma.

Los esclavos nunca pudieron ser campesinos libres pues nunca tuvieron acceso a la tierra, tampoco libres trabajadores remunerados, debido a la introducción de mano de obra mas barata procedente de la India o China. Los propietarios de los esclavizados en el Caribe fueron recompensados por la pérdida de sus “bienes”, pero no los propios individuos esclavizados por su libertad robada y el trabajo no pagado.

“Nuevas investigaciones históricas refuerzan la tesis de Eric Williams que en su obra Capitalism and Slavery (1944) señaló que el tráfico de africanos y la esclavitud en el Caribe y Norteamérica cofinanciaron la Revolución Industrial en Inglaterra y dieron un empuje a varios ramos de su economía. Los recientes estudios sobre los beneficios de la esclavitud (…) y la recompensación pagada a los propietarios por la pérdida de los esclavizados permite comprobar lo siguiente: el complejo tráfico-esclavitud-plantación contribuyó al auge económico de Europa en general y de Inglaterra en particular.” (Naranjo, 2020)


La trata esclavista como base para la colonización del continente africano

La trata esclavista fue el escenario perfecto para la pavimentación de una vía para la colonización en el siglo XIX. Fue a finales de ese mismo siglo cuando comienza la expansión colonial europea habiéndose “abolido” la esclavitud. La trata de esclavos continúa en el continente africano, siendo los europeos testigos, debido a sus necesidades e intereses por mantener y establecer comercios y acuerdos con las élites africanas.

“Uno de los efectos paradójicos de la Abolición fue que tan solo en el XIX se transportaron tantos africanos a Cuba como se había hecho en los tres siglos anteriores.” (García, 2008)
La abolición de la trata esclavista fue siempre llevada a cabo desde un punto de vista económico, pues permitía extraer recursos al enemigo y a las potencias externas. El legado de muchos europeos y americanos que hicieron fortuna de ello ha sido cuestionado. A ellos pertenece el espacio público y la educación, donde llenamos plazas con sus estatuas y libros con sus nombres y jamás ha habido un reconocimiento para las víctimas. El continente africano no ha dejado se ser objeto de diversas formas de opresión a lo largo de su historia, dándose así paso a paso, un sistema de explotación que pone el foco en los más vulnerables.

“Cabe señalar que si bien es cierto que la situación que actualmente prevalece en África es consecuencia de su pasado histórico no se debe soslayar el papel que ha jugado a partir de los procesos de independencia la propia élite africana. Ambos elementos los podemos inscribir en la lógica del sistema capitalista, el cual fundamenta su accionar en mecanismos de violencia y apropiación.” (Cruz, 2009

Hay algo de los que no se habla en el continente africano, y esa es su historia. Los pueblos africanos ignoran por completo el porqué de los siglos de inmersión en las culturas occidentales, las imposiciones lingüísticas y religiosas, las normas sociales y laborales, etc. Ignoran porque se colonizó el continente y todo lo que llegó a pasar en él.

Desde occidente el tema de la trata y de la esclavitud tampoco esta en los libros de texto o en las universidades. La poca información que tanto los africanos como los occidentales recibimos de estos años resulta una perversa forma de utilizar la historia para “reafirmar los valores patrios conseguidos, para desviar atenciones” (García, 2008). Fue la metodología y creación de todo el entramado esclavista, lo que afianzó y conformó las grandes fortunas internacionales, las cuales muchas han resultado en las actuales multinacionales del siglo XXI.

Tras la abolición, se creó un sistema de desarrollo capital por el cual millones de personas se convirtieron en “trabajadores” bajo unas condiciones fraudulentas (pero legales) que permitían a los ricos seguir siendo ricos, mientras se desestabilizaba a miles de pueblos enteros con su entrada coercitiva en el comercio mundial. “Con estos métodos, era indudable que el gran capital había salido ganando con la abolición de la esclavitud. Con un régimen real cuasi esclavo, el patrón no debía preocuparse por la amortización de los trabajadores porque, para que se ocupasen ellos mismos de sus propias necesidades, les pagaban un salario. Seguro que hicieron el cálculo del ahorro.” (García, 2008)
Ningún beneficio sacaron los pueblos africanos de todas estas prácticas, más que las consecuencias y el drama que a día de hoy perdura en las comunidades del continente. Los poderosos han ido clasificando a los individuos y a pueblos enteros durante siglos con las categorías de “usable” y “desechable”, con el único propósito de hacerles invisibles a estos y a sus necesidades vitales, no vaya a ser que si se les incluye en la sociedad esto tenga consecuencias negativas en el capital.


Herencia cultural de la trata esclavista en el Caribe

La influencia cultural africana en el continente americano, y especialmente, en el Caribe, resulta ser un componente muy importante en la formación identitaria de los pueblos que forman parte de esta área, fundamentalmente, desde el punto de vista demográfico, histórico, religioso y cultural. La masiva presencia de negros africanos en estas costas permitió un proceso de transculturación en el cual las lenguas de los blancos europeos interactuaron con la de los negros esclavos, dejando una huella que llega hasta la actualidad, la cual puede percibirse en las modalidades actuales de los idiomas europeos implicados en esta transculturación. Este influjo cultural no siempre ha sido valorado en su justa medida, exagerando en el mestizaje la cultura europea por encima de la africana.

En el caso particular del español, éste estuvo expuesto, al contacto con las lenguas africanas, cuyos aportes conforman uno de los elementos que le brindan a esta modalidad un matiz particular en el Caribe. De aquí se deduce que cualquier acercamiento a la caracterización del español hablado en el Caribe, debe tomar en cuenta este componente lingüístico. Como es sabido, la trata de esclavos africanos en el Caribe tuvo lugar en un período que va de 1517 al 1848 aproximadamente. Esta gran inmigración provenía de territorios subsaharianos que al llegar a estas tierras se fusionaron y contribuyeron a la formación criolla de las nacionalidades hispano-caribeñas.

La inmigración africana estaba compuesta por personas de diferentes etnias, con diferentes lenguas, cultura y religión, siendo este un factor de importancia que determinó que ellos recurrieran al español para poder comunicarse entre sí. “El cruce de razas enciende el intercambio de valores culturales. El mestizaje acelera la integración cultural y de esto evolucionan los rasgos fundamentales de la cultura caribeña. La perseverancia del negro por dar continuidad a sus prácticas religiosas provee cierto grado de mantenimiento cultural de la lengua, la música, el baile, el canto y las creencias. De ahí se llega al negrismo, de la pluma al papel y de los pinceles al lienzo. Esa mezcla, esa síntesis y ese sincretismo pasa a lo mulato, a lo mestizo y a lo entremezclado—a toda la originalidad que compone la cultura del Caribe: la cultura afrolatina.” (Betancourt, 2008)

Conclusiones

El proceso de esclavización produjo la invisibilización de los pueblos y de las culturas reducidas bajo términos como africanos, esclavos o negros. La esclavitud y su memoria han provocado a lo largo de los siglos una estigmatización de quienes fueron esclavos y en ocasiones también de sus descendientes. Las diferencias físicas de las poblaciones procedentes de África, sin base genética alguna, contribuyeron a fortalecer las ideas sobre la superioridad e inferioridad de unas poblaciones frente otras, y a cimentar los conceptos civilizado/bárbaro y civilizado/salvaje. Estas diferencias justificaron la esclavitud, el colonialismo y posteriormente la exclusión y el racismo.

Por otro lado, sin duda alguna, para comprender la cultura Caribe es fundamental entender que no se trata de un todo homogéneo, lo cual es comprensible por la diversidad de sujetos sociales involucrados y su continua respuesta a situaciones cambiantes, las mismas que, en sentido estricto, ellos mismos generaron. Es básico entender que la población esclava, lo mismo que los esclavistas, no representaba un todo homogéneo lo cual es posible destacar ejemplificando, además de lo anotado con anterioridad, varias facetas de la vida esclava en la colonia.

Un primer aspecto que hizo más compleja y dinámica a las sociedades esclavas fue que, además de los múltiples orígenes culturales africanos, la población esclavizada nacida en América comenzó pronto a representar una proporción significativa (Romano y Carmagnani, 1999). Por otro lado, para poder entender la cultura africana en el caribe colonial, se hace necesario querer comprender el carácter conflictivo que la cultura puede tener, mediante la cual las poblaciones que habían sido esclavizadas necesitaban prepararse frente al sistema e instituciones esclavistas. Aquellas actitudes que se dieron para la integración y la posibilidad de adaptación para la creación de alianzas deben ser estudiadas y comprendidas como estrategias que dan respuesta a la necesidad del sentido identitario y la cohesión, que permitieron a muchas personas sobrevivir a la estructura esclavista a la que se habían visto forzadas a vivir.

“Sin embargo, a pesar de que el carácter de la esclavitud encierra a los sujetos sociales en las dualidades persona/mercancía, personas/propiedad, no pudo impedir la recreación de las identidades en los nuevos territorios “a través de un ejercicio permanente de recuperación de sus historias (…) a través del sincretismo y la creación de nuevas adscripciones, lingüísticas, religiosas, étnicas…” (Menjívar, 2006)

La historia de Mali poscolonial para entender el conflicto actual

Marta Fernández Pena

El objetivo de este artículo es realizar un análisis de la breve historia de Mali como país independiente tras la colonización francesa hasta la actualidad, con el fin de explicar porqué este país es actualmente uno de los menos seguros del mundo, con un conflicto armado latente en la nación. Los factores históricos, étnicos, religiosos y económicocriminales son esenciales para comprender las causas de la conflictividad en el norte de Malí pues son las razones profundas del conflicto. El análisis de éstos, permitirá contextualizar los acontecimientos recientes, y contribuirá, en parte, a entender la situación de inestabilidad política que afecta a todo Malí y se expande a la región del Sahel.

Antecedentes

En el territorio del actual Mali y países colindantes del Sahel se constituyeron varios de los Imperios más poderosos de África hasta la Edad Contemporánea. Imperios como el de Ghana, el Imperio de Mali o el Imperio Songhay se sucedieron históricamente en territorio maliense hasta la colonización francesa en la década de 1880. Su diversidad étnica, con etnias como la bambara, fulani, solinké o tuareg, las diferentes hermandades musulmanas como los Tijaniyyah o los muridíes caracterizan al país saheliano con una enorme heterogeneidad.

Durante la época colonial, los líderes malienses utilizaron el islam para ejercer el control sobre la población. Se dio así una suerte de alianza factual entre los líderes religiosos islamistas y los líderes políticos para establecer las bases de la economía, sociedad y cultura poscolonial. Es lo que Andrew F. Clark califica como “brotherhood leadership”. Bien es cierto que la manera de relacionarse cambia a lo largo del tiempo, la tendencia colaboracionista entre la religión y la política se fue fraguando a medida que transcurrieron las décadas, toda vez que se demostró como eficaz para controlar a la población. De esta manera, los líderes más populares en la época colonial tardía fueron aquellos que cooperaron con el estado secular, cosa que no ocurría en momentos previos, donde los líderes más populares eran aquellos que promovieron acciones violentas contra las instituciones imperiales.

Independencia. De la dictadura a la democracia

En toda esa diversidad étnica y religiosa, tras la caída del imperio francés, se constituye la Federación de Malí (junto a Senegal, país en el que los Tijaniyyah son también muy numerosos pero dominan los muridíes), para meses después separarse y constituir las Repúblicas de Mali y Senegal. En el momento de la independencia, ambos países tienen profundas raíces musulmanas, con hasta un 80% de la población en el caso de Mali que se consideraba musulmán. Ello no es óbice para que la sociedad fuera muy heterogénea, como se expuso con anterioridad, y como veremos, las refriegas militares beben en gran medida de esa heterogeneidad.

La constitución de la República de Mali tiene lugar el 22 septiembre de 1960 y el otrora presidente de la extinta Federación de Mali, Modibo Keita, se proclama presidente, instaurando un sistema unipartidista en el país. El estado entró a formar parte de las naciones unidas dos años después de proclamarse su independencia. Dicho gobierno adoptará un control fuerte de la economía, acercándose, en un contexto bipolar, al bloque soviético liderado por la URSS. La creación de entes monopolísticos públicos como la Sociedad Maliense de Importación y Exportación es uno de los hechos que lo ilustra.

Ello no será obstáculo tampoco para que Keita, musulmán no practicante, decida involucrar al país en la Confederación Islámica por el peso social que esta característica conllevaba. También han de quedar claras, como punto preliminar al ensayo, que las posturas panafricanistas de Keita marcan su tiempo en el Gobierno. Mali es uno de los tres estados fundadores de la Unión de Estados Africanos, ente primigenio de la actual Unión Africana. Nos encontramos por tanto, ante la configuración de un estado multiétnico asentado sobre tres bases principales. Por un lado, la religión como método de arrastre y popularidad hacia la población; por otro, una postura panafricanista muy ligada a otros movimientos de liberación nacional de los años 50-60 en el continente y por último un control de la economía y la política enmarcado en un mundo bipolar, situando al país en la esfera de influencia de la URSS.

Este primer período abarca hasta 1968, cuando Keita es víctima de un golpe de estado militar. Las continuas amenazas a la seguridad y estabilidad del país serán una constante a lo largo de los años, pero durante el gobierno de Keita, su popularidad fue disminuyendo conforme pasaban los años y enfrentó una primera revolución de la etnia Tuareg en 1963. La principal causa fue el empeoramiento de las condiciones económicas pero también el carácter marcadamente dictatorial del presidente, que no fue capaz de mantener de su lado a los líderes religiosos, sin los que gobernar el país era francamente complicado. El golpe de estado de noviembre de 1968 conllevó la instauración de una dictadura militar presidida por Moussa Traoré. Las políticas económicas de esta dictadura militar fueron lo opuesto en comparación con las del régimen de Keita. Se dejó de lado el control centralizado de las estructuras económicas, se procedió a la liberalización de determinados sectores y mejoraron las relaciones exteriores, en un contexto en el que países vecinos como Senegal o Marruecos se alineaban más con la órbita americana. Todo ello, junto a un discurso abiertamente religioso que constituía Mali como un país musulmán aunque con una Constitución secular, contentó a las élites religiosas y popularizó durante los primeros años de su mandato a Traoré.

Sin embargo, a medida que pasaron los años, los comportamientos seguidos por el régimen de Traoré, hicieron evidente que su estrategia principal no era la potenciación y alineación con las distintas hermandades y tribus, sino que precisamente arrinconarlas al extremo, buscando las alianzas internacionales que fueran necesarias para tal fin. Este hecho, al igual que ocurrió con Keita, implicó el rechazo de las tribus y los líderes religiosos al régimen, con una respuesta represiva hacia las diferentes etnias y culturas, teniendo como principal apogeo la segunda revolución tuareg en 1990. Meses más tarde, en marzo de 1991 un nuevo golpe de estado militar (encabezado por Amadou Touré) depone a Traoré, esta vez bajo la promesa (que el año siguiente se consumaría) de convocar unas elecciones libres para devolver la capacidad de decisión al pueblo. Las primeras elecciones abiertas y libres en Mali tienen lugar en 1992, con la elección de un académico ajeno a la práctica religiosa como fue Alpha Oumar Konaré. Tuvo que enfrentarse rápidamente a las refriegas contra los tuaregs, con motivos étnicos más que religiosos, pero en términos generales, durante el primer mandato de Konaré, se acercaron posturas con los tuareg tras la segunda revolución previamente mencionada. Este presidente renovó su mandato presidencial en 1997 en medio de un boicot por parte de la oposición y en las elecciones de 2002 perdió el poder en manos de Amadou Touré, que, como se mencionó anteriormente, había participado en el golpe de estado que depone al dictador Traoré.

El mandato de Amadou Toumani Touré, comienza en el 2002 y es reelegido también en el año 2007 . Es el último presidente de Mali antes de que en 2012 estalle el conflicto con los tuareg, con proclamas independentistas, escudados en la mala gestión de Touré durante esa década. De nuevo, los poderes fácticos malienses, entran en conflicto tras 20 años de relativa estabilidad. El descontento de las tribus y de las hermandades musulmanas, así como el continuo empobrecimiento de la población durante el mandato de Touré son las causas principales del estallido del conflicto. Así pues, cabe decir que desde 1992 Malí fue considerado un caso ejemplar de democracia estable en África hasta que en 2012 estalla el conflicto. Sin embargo, la realidad de las últimas dos décadas no ha sido tan idílica y, especialmente en los últimos 10 años el país se ha caracterizado por un letargo intermitente de golpes de Estado de origen militar.

Los tuareg

Como afirma Mazarrasa (2012), un elemento que hay que tener presente es el papel desempeñado por las tribus consideradas inferiores en la jerarquía de cada comunidad étnica9 . El pueblo tuareg es seminómada y, actualmente, se compone por una decena de clanes abarcando, aproximadamente, a un millón y medio de personas. Su comunidad no se basa en una adscripción étnica ya que un tuareg es aquel que habla tamasheq y vive según esta centenaria cultura (se basa en la adscripción cultural). Los tuareg están presentes en los territorios de Mali, Níger, Argelia y Libia. El pueblo tuareg no es el más numeroso en Malí pero a causa de las históricas reivindicaciones por su independencia y su control del tráfico de mercancías en el desierto del Sahara es una de las tribus más conocidas del país. Desde 1960 las nuevas fronteras y la imposición del modo de vida occidental, pero también las graves consecuencias de la crisis climática en la región, llevó a los tuareg a encontrarse en situaciones de control que ellos mismos no reconocían.

La creación de movimientos e insurgencia dieron lugar a las primeras revueltas tuaregs en 1962 a las que siguieron otras. El motivo de la revuelta, que duró 4 años, fue la nueva política territorial del gobierno maliense porque afectaba directamente a las tierras ancestrales de los tuaregs en el norte del país. En los años 90 se produjo la segunda rebelión más importante y, podría decirse que mucho más madura por la profundidad de sus propuestas, cuyo objetivo era la constitución de un estado independiente. Ahora había germinado un sentimiento de independencia y una búsqueda de un estado propio tuareg. En 1992, y con el nuevo gobierno de Konar, se alcanzó un alto el fuego y dando lugar a los Acuerdos de Tamanrasset. Éstos preveían el establecimiento de la región semiautónoma de Kidal, aunque respetando, eso sí, la integridad territorial de Mali. Sin embargo, los siguientes gobiernos de Bamako no respetaron los acuerdos firmados con los tuareg y esto supuso el incremento paulatino de la tensión en el norte del país.

La presencia de grupos extremistas violentos de corte yihadista también se ha ido produciendo de manera gradual desde que, a finales de los 90, el Grupo Islámico Armado de Argelia tuvo que abandonar el país. Así pues, uno de sus principales destinos fue Mali, país en el que pretendían propagar su interpretación yihadista radical del islam. Otros grupos salafistas fueron llegando a la región de Azawad, incluido el AQMI. Para entender qué ocurre después, es importante destacar que, aunque los tuareg son en su mayoría musulmanes, no son radicales ni muy religiosos, y por esa razón en 2006 se aliaron con el ejército de Mali para combatir la presencia del AQMI. A pesar de esta tendencia general entre la tribu, sí hubo facciones más violentas de tuareg que decidieron aprovechar la experiencia bélica de aquellos que llegaban de Libia. En todo este clima de tensión y violencia, nace en 2012 el Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (MNLA) quien, ante el golpe de estado que se produjo el 22 de marzo de 2012 en Malí, declaró la independencia de Azawad. Este movimiento de los tuareg, apoyado en un principio por los grupos radicales de la región, rápidamente se volvió contra ellos produciendo conflicto y disputas por el territorio que acabó con la expulsión de los tuareg de la zona.

Conclusiones

La guerra en Malí nace de una amalgama de circunstancias que se han superpuesto generando el caos en el país desde 2012: la inestabilidad política y los continuos golpes de estado en el gobierno de Mali, la fuerte presencia del crimen organizado en el Sahel, los retos planteados por los grupos yihadistas que van moviéndose a distintas áreas del país y la rebelión tuareg que les llevó a enfrentarse al gobierno central han contribuido a avivar el conflicto y a dificultar su resolución.

La Seguridad en el Mediterráneo: los retos medioambientales en el Magreb y su impacto en los flujos migratorios

Marta Fernández Pena

Existen numerosos desafíos para la seguridad de los países del Mediterráneo que se ven exacerbados por el cambio climático que se está produciendo a nivel global. El aumento de las temperaturas, el descenso de las precipitaciones y, por lo tanto, de las reservas de agua, o la disminución de recursos energéticos tienen consecuencias notables en la seguridad de la región. A lo largo de las siguientes páginas se analizará el impacto que tiene sobre la seguridad alimentaria y las migraciones.

El análisis multifactorial que se va a llevar a cabo aspira a identificar las amenazas medioambientales en la región para demostrar que el cambio climático ya está teniendo consecuencias en el Mediterráneo, tanto a nivel físico y de los ecosistemas, como impactos en los modelos de sociedad y económicos existentes. Los impactos (reales o potenciales) derivados del cambio climático, se traducen en movimientos y flujos poblacionales que desestabilizan los modelos de sociedad imperante hasta el momento (rural y urbano) e incrementan la presión sobre los recursos existentes (que son más escasos). Por último, todas estas amenazas del Magreb impactan en la UE que ha visto cómo los migrantes africanos están buscando perspectivas de futuro en suelo europeo y quieren llegar a él a toda costa.

Seguridad Medioambiental: el cambio climático y su impacto en la región mediterránea

El concepto de seguridad medioambiental sigue sin encontrar una definición ampliamente aceptada por los diferentes actores del panorama internacional. Este desacuerdo conceptual se hace evidente en la región euro-mediterránea, donde sigue sin encontrarse una definición común a pesar de los esfuerzos, por ejemplo de la Unión Europea, por armonizar las políticas internas de sus miembros en este sentido . Tras algunos años de debate, existe una aceptación general en cuanto a que el medioambiente y la seguridad sí deben entenderse como dos áreas solapadas, aunque siguen sin ser un aspecto prioritario en la región2¡ . A continuación, se expone un breve análisis sobre los factores medioambientales en la región, y más concretamente para el Magreb, que se entienden como amenazas a la seguridad.

En 1997, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) presentó un informe en el que se entendía que el cambio climático potenciaba los riesgos de la región mediterránea debido a la sensibilidad de los recursos hídricos ante este fenómeno. Así pues, este informe daba pie a profundizar en las investigaciones sobre las consecuencias del cambio climático en torno a los 6 sectores más vulnerables en el Magreb: los recursos hídricos, los recursos naturales y la biodiversidad, los asentamientos humanos e infraestructuras, la salud, la desertización y la seguridad alimentaria. Para poder llevar a cabo este análisis es necesario, en primer lugar se atenderán a las características geográficas y climáticas por un lado y a las características socioeconómica, geopolíticas y demográficas, por otro, ya que éstas proporcionarán la información necesaria para poder elaborar los potenciales escenarios futuros sobre el efecto del cambio climático en la región.

Para empezar, cabe destacar que la temperatura media anual del Mediterráneo se encuentra 1,5 ° C por encima de los niveles de finales del siglo XIX y 0,4 ° C por encima de la media global y las predicciones de los expertos prevén que esta subida de las temperaturas incremente como los escenario realizados por el CIRCE, prevén que las temperaturas suban entre 1-1,5ºC en invierno y entre 1,75-2ºC en verano. Por otro lado, la OMM anunció en 2019 que el incremento medio respecto a la época preindustrial era ya de 1,1 grados centígrados. Mientras que los escenarios tomados por Marquina (son de 2003 y ya se anuncian como “optimistas”) prevén un incremento de 0,2ºC cada 10 años, el mismo organismo cree que en 2019 será de 0,2ºC cada lustro. Estos ascensos de la temperatura provocarían que la región esté expuesta a sequías, olas de calor o incendios forestales (es decir, fenómenos meteorológicos extremos) y a la degradación del suelo, los alimentos y el agua, que se padecerá más países como Argelia o Marruecos, especialmente durante las estaciones cálidas. También el ciclo del agua ha sufrido significativas modificaciones durante los últimos años a causa del descenso en el nivel de precipitaciones, hecho que es notable en el Magreb (según el informe del IPCC de 2014). Todos estos cambios tienen unos impactos preocupantes tanto físicos y sobre los sistemas naturales, como sobre los sistemas humanos de la región.

En cuanto a los impactos físicos cabe destacar el avance en la desertización de los territorios de los países del Magreb (se calcula de el 57% del territorio del Norte de África está amenazado por este fenómeno) siendo Libia el país con mayor amenaza y seguido por Marruecos y Túnez. La desertización disminuirá la cantidad de agua disponible (un grave problema que se atenderá en breve) y conllevará pérdidas en la biodiversidad y se verá agravado por las prácticas forestales agresivas. Todo ello tiene consecuencias en la configuración sociodemográfica de los países promoviendo un éxodo rural que incrementa la presión en las zonas costeras. Otro hecho que preocupa en la región es la subida del nivel del mar a causa del deshielo de los polos que amenaza a las zonas costeras y a los deltas (como el del Nilo), donde se encuentran la mayor parte de las tierras cultivables y los grandes núcleos urbanos de estos países y que afectaría considerablemente a su economía. Tanto la desertización como la subida del nivel del mar, consecuencia de condiciones climáticas extremas, irán acompañados de una pérdida de los ecosistemas terrestres y marinos incrementando hasta un 40% el riesgo de extinción de un gran número de especies. Así pues, con estos fenómenos incidiendo impactando en los desiertos, ríos y zonas costeras afectan a los sistemas humanos de las zonas rurales y urbanas, comprometiendo su estabilidad económica, social y política. La agricultura es uno de los sectores más vulnerables ante estos cambios en los ecosistemas cuya afectación implicaría la pérdida de medios de vida humanos, pudiendo desencadenar, además del éxodo rural ya mencionado, migración forzada y conflicto violento.

El problema del impacto de los recursos hídricos

Una de las mayores vulnerabilidades de la región mediterránea, agravada por las consecuencias del cambio climático observadas anteriormente, es la disponibilidad y el acceso al agua. Aunque en el Mediterráneo vive un 7,3% de la población mundial, en este territorio sólo se concentra el 3% de las fuentes de agua dulce del globo. Esta escasez de los recursos de agua está comprendida como un potenciador de los conflictos en la región y, por lo tanto, los gobiernos de estos países necesitan invertir en tecnología y logística para el óptimo almacenamiento y suministro de agua. Uno de los principales retos a los que se enfrenta la región para hacer frente a la escasez de agua es el rápido crecimiento de su población, incrementando la demanda (un crecimiento del 2% anual) y su concentración en núcleos urbanos, aumentando la presión sobre los recursos disponibles, ya de por sí escasos, y erosionando la infraestructura hídrica que los gobiernos deberán preservar (se calcula que en el año 2050, 400 millones de personas vivirán en ciudades en la región MENA).

Además de los retos demográficos, otra consecuencia de la disminución de recursos de agua será la alteración en la estructura económica, ya que la agricultura es el sector principal en la mayoría de los países de la región MENA y es esta actividad la que mayor porcentaje de agua requiere (un 67% del total en la media mundial e incrementándose al 79% del agua total disponible de Marruecos, Túnez y Libia). Así pues, como la mayoría de los países MENA sufren estrés hídrico, éste se ve agravado por el cambio climático y tiene consecuencias importantes en la disponibilidad y en la producción de alimentos . Si a esto se le suma la proyección demográfica explicada anteriormente, el acceso a agua potable para la agricultura disminuirá y esto podría tener graves consecuencias en la oferta de alimentos para la población.

Para acabar este apartado y poder entender mejor qué consecuencias tiene la falta de agua en los países del Mediterráneo, se va a atender brevemente al caso de Egipto, que ha llamado la atención internacional debido a la polémica en torno a la construcción de la Gran Presa del Renacimiento de Etiopía. Esta presa, que empezó a construir Etiopía en el año 2011, cuando se llene por completo, disminuirá en un 25% el agua disponible en Egipto y exacerbará los desafíos internos: tanto el veloz crecimiento demográfico, como los costos de los subsidios gubernamentales, ligado a una infraestructura deficiente que malgasta agua así como la abundancia de prácticas contaminantes, se verán todos ellos afectados. Para paliar estas consecuencias y evitar un conflicto regional, en 2015, Egipto, Etiopía y Sudán firmaron la Declaración de Jartum, que promovía un enfoque regional liderado por Egipto para asegurar la buena gestión de la presa y de las consecuencias del cambio climático (como la escasez de recursos hídricos). En el siguiente apartado, se atenderá más detenidamente a qué consecuencias tiene la construcción de la presa en la agricultura egipcia y, por tanto, en la seguridad alimentaria del país.

La Seguridad Alimentaria en el Magreb

La seguridad alimentaria es un factor clave que explica la no dependencia de los estados del sector exterior. Un país que consiga ser autosuficiente en todos los productos que consuma, será capaz de satisfacer todas las necesidades de su población, y además no tendrá que importar productos y no generará déficit en su balanza comercial que pueda causar tendencias inflacionistas. Además, conseguirá tener un sector agrícola y ganadero interno potente que sea un motor de su economía. Por ello, tanto en la esfera social, como factor reductor de pobreza (cabe recordar que la pobreza en África es un fenómeno rural y no urbano), como en la económica y la productiva, la seguridad alimentaria es de un interés crucial para cada una de las naciones. Asimismo, el crecimiento de la población, que experimenta cambios en su dieta a causa del incremento de las rentas, implica una mayor demanda de alimentos, se prevé que los rendimientos de la pesca y la ganadería disminuyan debido al cambio climático.

En el presente apartado se abordará la temática relacionada con la seguridad alimentaria en torno a tres grandes rasgos. Primero, las dinámicas internas de ese sector agrícola en los países del norte de África; segundo, la tendencia demográfica que tienen estos países (entendida en clave de pirámide poblacional, pero también en el dualismo rural urbano); y, por último, las amenazas climáticas y sus potenciales consecuencias, a nivel nacional pero también individual (migraciones climáticas, al que se dedicará un subepígrafe especial).

Sectores agrícolas

En los países del Magreb, no se puede hablar de un único sistema agrícola, pero sí que pueden identificarse una serie de tendencias que nos ayuden a comprender la situación actual de cada uno de los países y sus retos en torno a la (in)seguridad alimentaria. Las realidades poscoloniales de Marruecos, Egipto, Túnez y Argelia son bien distintas, con estructuras agrarias arcaicas en el caso de Marruecos, Argelia y Túnez y algo más avanzadas en Egipto, especialmente en torno al delta del Nilo (que posteriormente veremos como una de las principales amenazas climáticas). Marruecos se desarrolló (y todavía lo hace) en torno a una agricultura dual que enfrenta las plantaciones de secano (fuente de la dieta local, mayores en número y muy menores en dimensión) frente al cultivo de regadío, orientado hacia productos cítricos para su exportación y competitividad externa.

Mientras tanto, Argelia optó por un desarrollo temprano basado en la autogestión de los campesinos (fellah) que rápidamente reestructuró para buscar una mayor productividad, asimilándose a la experiencia marroquí. Sin embargo, el desarrollo del sistema agrícola argelino difiere en los resultados de su vecino y es que resulta difícilmente explicable sin tener en cuenta los excedentes financieros obtenidos por la empresa estatal SONATRACH, que permitió programas de reinversión muy ambiciosos en el campo. Actualmente, las políticas agrarias se estructuran en torno a planes quinquenales, con el fin de mejorar la competitividad de sus productos y adaptar la producción a las necesidades de una población que ha visto incrementada sus rentas. El caso tunecino, que es el país más pequeño de todos ellos, por lo que el desarrollo de su sector agrícola, en una localización más cercana a la costa y con menos superficie sahariana que sus vecinos, resulta más equilibrado y auto-centrado. Las políticas aplicadas por el gobierno tunecino también persiguieron la modernización del sector, pero su estrategia fue muy similar a la dual aplicada en Marruecos. Así, actualmente Túnez es un exportador neto de aceites y dátiles, mientras que importa productos esenciales de la dieta de su población como los cereales (hasta un 70% de los consumidos fueron importados) o azúcar.

Por último, cabe mencionar el caso egipcio, pues las consecuencias del cambio climático (especialmente de la escasez de agua), sumado al impacto de la presa construida por Etiopía en el año 2011, mencionada en el apartado anterior, hace peligrar al sector de la agricultura en el país. La dimensión de la problemática se observa en varios datos, como que el delta del Nilo se encuentra a una altitud de 1 metro sobre el nivel del mar que, teniendo en cuenta los pronósticos del cambio climático que se verán en próximos apartados, puede catalogarse como preocupante. Además, como se menciona en el apartado anterior, Egipto podría ver reducida su disponibilidad de agua dulce hasta en un 25%.

La relevancia de la cuenca del Nilo para Egipto es crucial, siendo que solamente equivale al 3.5% del total de la extensión del país, sin embargo, acoge al 95% de la población y produce la gran mayoría de los productos agrícolas del país. En primer lugar, cabe mencionar que el país requiere inversiones en infraestructura del agua y herramientas de gestión más eficaces dentro de los centros urbanos del cauce del Nilo, donde se localizan la gran mayoría, para garantizar que no se desperdicia el agua que usa. La disponibilidad de agua es un factor relevante para su sistema económico, pues el 85% del agua se destina a la agricultura, cuando el promedio mundial es del 67%. A pesar de la importancia de este recurso para el sector, la infraestructura de riego y drenaje opera tan solo con un 50% lo que denota una falta de inversión que podría mejorarse también con prácticas agrícolas más productivas. Por ejemplo, una de las medidas que se prevé en el Plan Nacional de Recursos Hídricos (2017-2037) es reducir la cantidad de tierra utilizada para cultivos de uso intensivo de agua como el arroz.

Tendencias demográficas

Todos los sistemas productivos previamente destacados, tienen también rasgos similares en las tendencias demográficas que experimentan. Al poder ser catalogados como países semiperiféricos, se encuentran en una fase de transición demográfica, habiendo experimentado una notable reducción en las tasas de natalidad en los últimos años. Marruecos pasa, por ejemplo, de observar una media de 7 hijos por mujer en edad fértil a 2 en tan sólo unas décadas . De lo explicado en el párrafo anterior podemos concluir que sus pirámides población estarán cada vez más envejecidas, concentrando el grueso de la población en edades adultas. Sin duda alguna, este hecho impacta inevitablemente en el campo con una estructura de propiedad de personas cada vez más envejecida, cuya productividad en esas parcelas de pequeños productores (el 25% de las explotaciones de Marruecos tienen una extensión menor que 1 hectárea) puede verse afectada.

Paralelamente, otro efecto incide sobre la productividad agraria, y no es otro que la falta de retención de las personas jóvenes rurales en el campo. Esto ocurre, principalmente, por dos causas con un denominador común, la escasa renta rural. Por un lado, las personas jóvenes no se quedan en el campo porque sus familias necesitan un complemento a su renta, y para ello les envían a las fábricas de las ciudades con la esperanza de compartir parte de su salario. Por otro lado, la falta de oportunidades que tiene la gente joven en sus orígenes campesinos hace que traten de buscar mejores oportunidades en las ciudades. Es por esto último por lo que podemos hablar también del éxodo rural que se viene produciendo desde la descolonización en estos países. Supone una seria amenaza para la seguridad alimentaria por motivos como el incremento de las rentas o la falta de mano de obra agrícola ya explicados con anterioridad. Las razones por las que en estos países se da este éxodo rural son varias, destacando cuatro, que ya se han tratado sucintamente en el párrafo anterior:

  • Baja ocupación en el campo por la escasa renta rural
  • Inconvenientes de acceso a servicios básicos como la educación o la salud
  • Una mala comercialización de los productos agrícolas
  • Rápido crecimiento urbano que produce unas oportunidades laborales y vitales
    que el campo no ofrece.

La tendencia no permite ser optimistas a este respecto, y la acentuación del éxodo rural, sólo hará que incrementar la inseguridad alimentaria de los países norteafricanos. Simultáneamente, sin la provisión de alternativas en el campo, la población seguirá migrando y sus consecuencias son potencialmente devastadoras.

Amenazas climáticas

Por último, cabe analizar la inseguridad alimentaria a corto plazo en el marco de un cambio climático cuyos efectos son cada vez más visibles y preocupantes. En la introducción de este apartado se comentó, pero una de las principales amenazas climáticas que enfrenta la región es la potencial desaparición del delta del Nilo. La subida del nivel del mar (entre 0.5 metros y 1 metro hasta 2050) puede hacer desaparecer este ecosistema, vital para la supervivencia de la agricultura egipcia como vimos con antelación. A este hecho, se le suma la disputa con Etiopía por la construcción de la ya mencionada presa en el curso alto del Nilo que podría afectar a los niveles de agua durante su curso, perjudicando a las explotaciones agrícolas que existen en su rivera.

Otra de las principales amenazas que enfrenta la región es la potencial escasez de agua. El estrés hídrico que enfrentan los 4 países está muy por encima de los niveles que maneja la media mundial (salvo el caso argelino), siendo especialmente acuciante en Marruecos, con un 95% de consumo acuífero para la agricultura. La escasez de agua podría afectar a los cultivos de regadío del país y compromete sobremanera la seguridad alimentaria de la región. A ello, tenemos que sumarle, el incremento de las temperaturas, con escenarios verdaderamente preocupantes de aumentos de hasta 6ºC en 2050, que a su vez hará que el desierto del Sáhara aumente su tamaño, reduciendo la extensión de las tierras cultivables en los cuatro países, con menores precipitaciones anuales y la reducción implícita de los días de cosecha. Todos los aspectos analizados inciden en la previsible reducción de la productividad agrícola. Si a estos factores climáticos, les sumamos los factores demográficos vistos con anterioridad nos encontramos ante un círculo vicioso que no parece que se alivie con las actuales políticas. La subida de las temperaturas reducirá las tierras cultivables a través de la desertización, con una población cada vez más envejecida y la falta de población joven que se quede en el campo hará que menos población se dedique a ello, con lo que la producción agrícola se reducirá.

¿Qué políticas pueden implementar los países para paliar un escenario tan preocupante para la seguridad alimentaria?60 Posiblemente pase por una combinación de incrementar las capacidades de los agricultores, introduciendo técnicas modernas en los cultivos, optimizando el uso de los recursos hídricos, invirtiendo en I+D+i o a través de la actualización de algunas estructuras de propiedad todavía arcaicas. Sin duda, a través de la mejora de las oportunidades en el campo, la seguridad alimentaria de la región podría paliar la cantidad de amenazas que enfrenta hoy día.

Las nuevas migraciones en el norte de África, las consecuencias del cambio climático

Los fenómenos migratorios han experimentado un notable cambio en los últimos lustros. A los motivos tradicionales como el económico o el securitario se le añade el factor climático como una de las causas que fomentan los movimientos de población. Especialmente, en torno a la región MENA, donde hasta 33 millones de personas viven en zonas en peligro de inundación y la gran mayoría de la población lo hace en áreas desertificadas. La cercanía de Europa a la región hace además que los potenciales beneficios de una migración exitosa sean altos en cuanto a calidad de vida, incrementando el fenómeno migratorio. Y es que, como señala la Comisión Europea, el principal motor de las migraciones siguen siendo los motivos económicos, lo que nos lleva a un potencial problema, y es el atrapamiento de personas que no emigran hasta que no les queda nada de lo que puedan extraer renta en sus localidades de origen. Las migraciones por motivos climáticos reducen este riesgo e incrementan los beneficios en las localidades de origen y receptoras de población, al funcionar como un mecanismo de ajuste automático.

Como se ha ido mencionando a lo largo del trabajo, las diferentes esferas de la problemática climática afectan a las poblaciones del norte del continente africano con especial intensidad. Tales como la escasez de agua, el incremento de la desertificación o el crecimiento del nivel del mar, merced al incremento de las temperaturas y los sucesos cada vez más recurrentes de desastres naturales empujan a la población a buscar alternativas, especialmente en la región norteafricana. Todos estos factores son cortados de manera transversal por la posible aparición de un conflicto en torno a alguna o varias de estas problemáticas. La existencia de tal conflicto podría exacerbar el problema migratorio en base al incremento de los flujos de población por factores securitarios, el destrozo de tierras por el uso de agentes químicos, etc. Una de las claves para prevenir la aparición de estas problemáticas e incrementar la cooperación interestatal lo representan los procesos de construcción de confianza. Este tipo de políticas ha de ser el catalizador para que las esferas económicas, culturales y ecológicas sean tenidas en cuenta para los procesos de construcción de paz.

Reconociendo el hecho de que, tal y como señala Marquina65, los migrantes del Norte de África son migrantes económicos en su mayoría, representando movimientos de fuerza laboral para la región, no es desdeñable que las amenazas ambientales son ya una amenaza real para la región, iniciando procesos migratorios. Los factores señalados en la página anterior son los principales factores climáticos que obligan a la población a migrar. La gravedad en las consecuencias de estos factores depende de qué modelos de predicción se tomen, pero los más recientes demuestran que la gravedad es mayor de la indicada a principios de siglo. El reporte especial de IPCC sobre cambio climático indica que el incremento de temperaturas contribuirá a agravar la situación acelerando el proceso de desertificación, degradación de la tierra y pérdida de parcelas cultivables, incrementando el éxodo rural con una creciente urbanización, haciendo que la escasez de haga crezca exponencialmente en el Norte de África. Ante este escenario, se espera un crecimiento explosivo de las migraciones por motivos climáticos. Estas migraciones, acudirán hacia Europa desde los países subsaharianos, pero principalmente desde el Norte de África por la cercanía y la especial vulnerabilidad climatológica de la región. Hay que mantener, no obstante, una vigilancia especial sobre aquellos países con problemas de seguridad como fue el caso de Siria o el caso libio.

Los países con cierto margen de maniobra para la aplicación de políticas públicas que palien la situación, merced a las rentas provenientes de sus recursos naturales son Argelia y Libia (aunque la inestabilidad de este último imposibilita en gran medida cualquier opción política), mientras que Marruecos, Túnez o Egipto cuentan con el turismo como fuente de divisas, pero su situación es mucho más complicada ya que los niveles de empleo que representa la agricultura son muy desproporcionados, con un 44.6 % en Marruecos, 55% en Túnez y el 32% en Egipto (más de 47 millones de personas entre los tres países).

Como se ha mencionado con anterioridad, es cierto que el principal flujo migratorio provendrá a Europa desde el norte de África, pero una de las principales lecciones extraídas de la crisis siria es que el factor securitario es de especial relevancia. De no ser capaces los países del Magreb de canalizar estos movimientos migratorios, como ha sido el caso hasta el momento, el crimen organizado puede jugar un papel clave en el transporte de personas a través de las rutas transaharianas y mediterráneas hasta Europa, siendo especialmente llamativo el caso libio. Durante la última década68, este hecho ya ha sido un punto caliente para los socios europeos, con choques entre ONGs, gobiernos nacionalistas antiinmigración y demás socios comunitarios. Asegurar una postura común frente a esta problemática que suponen las organizaciones de crimen organizado es uno de los principales desafíos del ente europeo.

Conclusiones

A lo largo de estas páginas ha quedado demostrado que el cambio climático es una amenaza real para la seguridad de los países de la región euromediterránea y que afecta, de manera más severa, a aquellos situados en la ribera sur del mar Mediterráneo, el Magreb. Se ha podido observar como la subida de temperaturas y el descenso de las precipitaciones han contribuido a la desertificación del territorio de muchos estados, imposibilitando el trabajo de la tierra y obligando a muchas personas dedicadas a la agricultura a emigrar a la ciudades para buscar un futuro mejor, los conocidos como migrantes climáticos. Igualmente, esta presión demográfica creciente pone en peligro la seguridad alimentaria de los países del Magreb ya que, además, la escasez de agua es cada vez más evidente. Todos estos factores de riesgo han incentivado las migraciones por motivos medioambientales. Fruto de la desesperación ciudadana y de la debilidad de los gobiernos, las redes de crimen organizado son cada vez más fuertes y aprovechan la porosidad de las fronteras para enriquecerse.

Comercio de esclavos en Benín: antecedentes, rutas y personas.

Marina Fidalgo de la Rosa

Chateau des ducs de Bretagne – Musée d’histoire de Nantes, Alain Guillard

Vamos a retrotraernos a otra realidad. Una realidad que en ocasiones no parece tan diferente a la nuestra. Desde el siglo XV hasta bien entrado el siglo XIX, el comercio de esclavos —y por tanto la esclavitud— fue una constante en el triángulo que forman los países europeos y sus respectivas colonias en el continente africano y americano. El interés internacional se centraba en las posibles exportaciones del nuevo mundo: el nuevo reto colonizador. El continente que en siglos previos fue visto como fuente de riqueza, se convertía ahora en una nueva mina; los recursos explotados en este caso serían las propias personas: daba comienzo (o se impulsaba, mejor dicho) el comercio de esclavos. Con el desarrollo de las grandes explotaciones en América, como las plantaciones de caña de azúcar, se hacía necesario contar con mano de obra que se encargase de esta incesante y ardua tarea. Siendo una expresión más de la despersonalización africana, que se convertía en la tercera etapa del nuevo orden de comercio global: Comercio triangular, en el que bienes materiales se enviaban desde Europa a África, y desde aquí partían esclavos hacia América, que permitían la producción de materias primas que eran exportadas a Europa.

Pero, ¿cómo se crea esta lógica? Era obvio que era menos costoso obtener esclavos en Europa y saltarse el paso intermedio de intercambio en África, lejos del poder político, económico y militar existente en Europa. El que esta opción no fuera considerada seriamente plantea una cuestión fundamental: ¿Quién podía ser esclavo? Cada sociedad ponía una excusa para justificar su respuesta. El comercio de esclavos fue así el producto de diferencias en la construcción de la identidad social y la tecnología transatlántica que puso súbitamente en contacto unas con otras las sociedades del Atlántico´ (David Eltis. Emory University- 2007) pasando por explicaciones que parecen incluso defender el uso de la población Africana como esclava (…Africans, on the other hand, possessed the required immunities´- Liverpool Museum: The archeology of Slavery) Sin embargo, esta nueva actividad comercial se puede analizar desde un doble sentido: se establecen las bases del racismo que permiten considerar a los africanos como personas de otra categoría, y que por ello podrían ser sometidos y comprados a un precio menor en las relaciones internacionales, y por medio de los incentivos económicos para las élites africanas esclavistas, se crea el caldo de cultivo perfecto para el crecimiento de las diferencias tribales y étnicas, que tanta influencia tienen en el desarrollo posterior de algunos países.

Esto tuvo diferentes impactos en cada población esclavizada. Me gustaría centrar este ensayo en lo acontecido en el actual país de Benín. Convirtámonos en uno de los muchos esclavos y esclavas que siguieron esta ruta. Arrancados de nuestro lugar de origen, llegamos a la ciudad de Ouidah. La economía de esta zona comenzó a verse manchada por esta nueva dinámica, creándose la figura de grandes esclavistas asentados en estas costas y favorecidos por los reyes de la antigua Abomey. Aquí es donde, en la plaza Chacha, los extranjeros, alojados en alguno de los 5 fuertes que llegó a tener la ciudad (el fuerte belga, el danés, el inglés, el francés y el portugués) procedían a tu compra, pasabas a cargo del mejor postor. A continuación, tu nuevo propietario te llevaba, junto con tus nuevos compañeros/as de viaje, al lugar donde eras marcado a fuego: ahora tenías otro nombre, un número…se comienza a borrar tu pasado. Aún dolorida por tu nuevo bautizo llegas al Árbol del olvido, donde, tras realizar la tradición, dando 9 vueltas al mismo si eres hombre o 7 si eres mujer, oficialmente queda borrado cualquier rastro de tu antigua historia.

Y así, recién nacido, alcanzas la que será tu cárcel durante los siguientes meses: la Casa Zomai (donde la luz o el fuego no llegan). Este lugar será tu escuela: aprenderás a convivir en la oscuridad hacinado con el resto de aprendices de esclavo, a comer pan y agua una vez al día y cómo este camino sólo lo superan los más fuertes (los que no iban a parar a la Zoungbodji o fosa común) Si has superado todas estas pruebas llegamos al lugar donde en la actualidad se erige la Puerta de no Retorno (1922) donde te espera un barco para llevarte al `nuevo mundo´.

Esta ruta, que dio origen al proyecto de la UNESCO `La Ruta del Esclavo´ que comentaremos a continuación, fue durante casi dos siglos (desde 1670 hasta mediados del siglo XIX) el principal puerto de embarque de esclavos en África Occidental con destino a América. Para entender la importancia de esta zona como ruta comercial debemos pensar en diversos factores: por un lado, su situación geográfica, cercana al litoral, así como su situación sociopolítica. Se estima que en el país se exportaron hasta 20 mil esclavos anuales en el siglo XVIII y 12 mil anuales en el siglo XIX hasta 1820.

Los orígenes de Dahomey pueden ser trazados a partir de un grupo adjá (aja) del reino costero de Allada (Reino de Adra o de los Ardres). Según la tradición, el rey Kokpon de Allada tuvo tres hijos: Meji, Té Agbanlin y Gangnihessou o Ganixësu. Después de una disputa sucesoria hacia 1625, el primero sucedió a su padre como rey de Gran Ardra, mientras que Té Agbanlin partió hacia el sur, donde fundó Adjatché (que posteriormente fue bautizado como Porto Novo por los comerciantes portugueses), y Gangnihessou se dirigió al norte para establecerse en Abomey, núcleo del futuro reino de Dahomey. El nombre de Dahomey, Abomey o Abomé hace referencia a un fuerte que en fon se denomina agbomé. En Abomey o Dahomey se organizó un reino fuertemente centralizado y apoyado por un ejército profesional. A lo largo de los años, los adjas se fueron mezclándose con la población autóctona, dando origen al grupo étnico hoy conocido como fon o dahomey. A lo largo del siglo XVIII, la principal actividad económica de Dahomey era el comercio de esclavos, que capturaban en sus incursiones contra las poblaciones vecinas y luego vendían a los tratantes europeos.

Tras la llegada de la colonia francesa se implantó aquí el primer fuerte europeo (1671), que fue rápidamente seguido por ingleses y portugueses, potenciándose el existente comercio de esclavos que tenía ya lugar en esta región. Hasta 1727 Ouidah no era más que el puerto de un reino independiente (Dahomey), que vio la clave para solucionar sus pretensiones expansionistas en esta nueva actividad comercial: el comercio transatlántico de esclavos con destino a América. Todo esto llegó a su máximo esplendor en 1818, cuando Ghézo accedió al poder, mediante el primer golpe de estado que tuvo lugar en esta región, y apoyado por la complicidad de un famoso traficante de esclavos brasileño: Félix de Souza. Como agradecimiento a su incondicional lealtad, se le otorgó el título de `Chacha´, convirtiéndose en el principal organizador del comercio de esclavos en esta región, así como en el intermediario entre Europa y el rey de Abomey. Centro neurálgico de esta nueva red transatlántica, Ouidah adquirió además un papel de nexo esencial, donde las diferentes poblaciones entraban en contacto y tuvo lugar todo tipo de mestizaje: esclavos fon, yoruba, haoussa, esclavistas europeos, intermediarios portugueses y brasileños…crearon un magma de diversidad cultural, al que se sumaron rápidamente los «retornados» de Brasil. Prueba de esto la obtenemos en tradiciones actuales que implican el vudú, nacido originariamente en esta zona del actual país beninés, y que están presentes en varios países latinoamericanos como Haití.

El vudú se convirtió en el lazo de unión entre la comunidad de esclavos afrodescendientes, que ahora se encontraban con una cultura muy diferente a la suya. Encontraban en esta práctica espacios de reunión donde socializar entre iguales, llegando a suponer un acto de rebeldía, ya que en Haití llego a estar prohibido, sancionando a los colonos cuyos esclavos acudían. Es en este entorno de debate y reflexión dónde empiezan a surgir pretensiones revolucionarias de alzarse contra los esclavistas. Comienzan a pasar del pensamiento a la acción, precedidos siempre de diferentes ritos protectores. Como dice Romero Amaya: `El vudú considerado como la herramienta de la conspiración, logró reunir a prácticamente todos los esclavos de ascendencia africana bajo una misma creencia y un conjunto de prácticas rituales que los mantenía relacionados, quizás constituyéndose como la fuerza más cohesionada que los blancos debían suprimir´.

A modo de conclusión, me gustaría terminar mencionando brevemente el proyecto de la UNESCO introducido anteriormente. Bajo el nombre: “La Ruta del Esclavo: resistencia, libertad, patrimonio” este proyecto creado en 1994 en Ouidah pretende `contribuir a una mejor comprensión de las causas y modalidades de funcionamiento de la esclavitud y la trata negrera, así como de las problemáticas y consecuencias de la esclavitud en el mundo (África, Europa, Américas, Caribe, Océano Índico, Oriente Medio y Asia); Evidenciar las transformaciones globales y las interacciones culturales derivadas de esta historia; Contribuir a una cultura de paz propiciando la reflexión sobre el pluralismo cultural, el diálogo intercultural y la construcción de nuevas identidades y ciudadanías´ A través de diversas publicaciones y contenidos educativos, consigue mantener en los debates actuales el impacto de la esclavitud en las diferentes culturas, promoviendo la investigación de esta etapa histórica tan incómoda.

Formas de resistencia cultural: los fang en la Guinea Española

Luis Pérez Armiño

La delimitación cronológica de la presencia colonial de España en la región ecuatorial de África depende de las fuentes que empleemos. Desde el punto de vista meramente documental, podríamos situar su origen en 1778, cuando los reinos de España y Portugal firman los Tratados de San Ildefonso y de El Pardo. Por estos acuerdos, Portugal cede a España una serie de territorios en el golfo de Guinea, además de la isla de Fernando Poo, la actual Bioko. Sin embargo, la presencia efectiva de los españoles en estos territorios es más tardía. Prácticamente, si nos referimos al territorio de Fernando Poo, debemos remitirnos a mediados del siglo XIX, cuando los españoles hacen efectiva su ocupación de la isla, en respuesta a las presiones británicas para hacerse con este territorio. Respecto al territorio continental, los españoles deciden su ocupación y explotación comenzado el siglo XX. El final de la presencia colonial española se da con la independencia de la República de Guinea Ecuatorial, celebrada solemnemente el 12 de octubre de 1968.

Guinea Ecuatorial, en cierto modo, ha ocupado un interés marginal en el ámbito académico español, situación que está siendo corregida en los últimos tiempos. Las primeras referencias son las crónicas de los exploradores y viajeros, que recorrieron la colonia entre finales del siglo XIX y principios del XX. Viajes, que, con supuesto carácter científico, estaban patrocinados por instituciones privadas y que buscaban describir la potencialidad económica de las posesiones africanas, más después del desastre colonial de 1898. En este contexto, los trabajos de Günter Tessmann, sobre los fang (publicado en 1913) y sobre los bubis (en 1923), ofrecen las primeras noticias de carácter etnográfico sobre estos grupos. El interés científico por la Guinea Española se incrementa después de la guerra civil y en relación con la política exterior del nuevo régimen franquista. En este contexto, podemos destacar los trabajos patrocinados por el Instituto de Estudios Africanos (IDEA), creado en 1945, por un decreto publicado el 28 de junio en el Boletín Oficial del Estado (BOE). Bajo una supuesta intención científica, el fin último de los trabajos de IDEA no era otro que rentabilizar el aprovechamiento económico de la colonia. Habría que esperar a la independencia del país y la llegada de la democracia en España para que el panorama cambiase, y se fuese generando un corpus bibliográfico en torno a muy diferentes facetas de los territorios de Guinea Ecuatorial.

En líneas generales, la literatura generada en torno a la colonia española de la actual Guinea Ecuatorial ha transitado entre dos posturas. Por un lado, todas aquellas obras, que han recuperado el papel ejercido por la administración colonial española. Durante años, dominó la idea de la bonanza asociada a los territorios ecuatoguineanos, gracias al tesón de los colonos, dedicados a los cultivos de exportación, especialmente el cacao. Ejemplo de este tipo de investigaciones es el amplio estudio publicado por Sial y Casa de África en 2014 con el explícito título de Aquel negrito del África tropical. El colonialismo español en Guinea (1778 – 1968), obra de Fernando Ballano Gonzalo. En general, se trata de trabajos en los que es fácil percibir una cierta nostalgia, y que insisten en el desarrollo económico de la colonia, en relación con la metrópolis; o en las diferentes fases administrativas por las que pasa este territorio, que llegó a ser provincia española. De hecho, los territorios ecuatoguineanos fueron los únicos capaces de organizar unas elecciones democráticas bajo el auspicio de un régimen dictatorial.

Han surgido visiones revisionistas, que tratan de desentrañar todos los resortes del sistema colonial español, denunciando sus abusos y sus deficiencias. Uno de los escritores más destacados es el antropólogo catalán Gustau Nerín, con una amplia producción publicada, entre los que destacan títulos como La última selva de España. Antropófagos, misioneros y guardias civiles (Los libros de la Catarata, 2010), Un guardia civil en la selva (Ariel, 2007) o Guinea Ecuatorial, historia en blanco y negro (Ediciones Península, 1998), entre otros muchos artículos y referencias académicas. En la mayoría de estos casos, desde distintas perspectivas y con una postura crítica, se cuestiona la acción colonial española. En la misma línea, por situar otro ejemplo, podemos citar la exposición Ikunde. Barcelona, metrópoli colonial, que tuvo lugar en el Museu de las Culturas del Mon, en Barcelona, entre junio de 2016 y febrero de 2017. A partir de la historia de Copito de Nieve, el famoso gorila albino del zoo barcelonés, se realiza un análisis detenido del papel de Barcelona en la explotación colonial de los territorios ecuatoguineanos.

Desde una perspectiva antropológica, sí que me gustaría destacar la labor investigadora desarrollada desde la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Me refiero a las Jornadas de Antropología de Guinea Ecuatorial, celebradas por primera vez en la ciudad de Bata, en 2008, y de las que hasta el momento se han celebrado hasta cuatro ediciones. En este mismo ámbito académico, Raúl Sánchez Molina publicó en 2011 El pamue imaginado, obra fundamental para comprender la visión española de los territorios de la Guinea Española, o los trabajos etnográficos de Íñigo de Aranzadi o Isabel de Aranzadi, por solo citar algunos ejemplos.

Podemos afirmar que existe un imaginario en torno a la colonización española de Guinea Ecuatorial, que afirma el papel benefactor de la presencia española en la región. Se asume que la administración colonial española fue capaz de generar una estructura económica, sobre la base del cacao, con una altísima productividad. La exportación de cacao, con un fuerte intervencionismo estatal, favoreció el crecimiento económico de la colonia, en unos niveles comparables a los de la economía peninsular. Pero bajo este relato tan propio del colonialismo paternalista desarrollado por las potencias europeas que intervinieron en el continente africano, la investigación descubre una realidad distinta. La presencia española en la región del golfo de Guinea no se resolvió como una pacífica implantación de un sistema productivo altamente rentable. El colonialismo español se enfrentó a numerosas contradicciones, y debe asumir muchos de los errores asociados a los regímenes coloniales que se implantan en el continente a principios del siglo XX. Además, hay que considerar las peculiares características del colonialismo español en la región ecuatorial africana: frente al valor simbólico de las posesiones en el norte de África, sobre todo relacionadas con la élite militar, las autoridades metropolitanas españolas mostraron un casi absoluto desinterés por los asuntos ecuatoguineanos. Solo el régimen franquista avivó el interés por la Guinea Española, siempre condicionado por el beneficio económico.

El territorio actual de Guinea Ecuatorial ofrece un panorama multiétnico, con dos grandes regiones: la isla de Bioko, con capital en Malabo, la antigua Santa Isabel de la colonia española; y la región continental, con capital administrativa en Bata. En la actualidad, la constitución ecuatoguineana reconoce cinco grupos culturales. La isla de Bioko se encontraba habitada por los bubis. En el continente, la franja litoral estaba poblada por los grupos que los españoles denominaban “playeros”, y que incluían a diversos grupos, junto con los fang que habitaban el territorio interior, en desplazamiento de tipo semi nómada hacia las costas. Este panorama se completaba con la presencia de los fernandinos en la isla de Bioko, descendientes de esclavos liberados y que constituían la élite de la isla, evidentemente junto con los colonos españoles. Por último, en la isla de Annobón, único territorio ecuatoguineano en el hemisferio sur, habitaban los annobenses, en muchos casos descendientes de esclavos emancipados, y que hablaban un dialecto criollo portugués.

El proceso colonizador español en Guinea Ecuatorial estuvo protagonizado por los misioneros, principales terratenientes de la colonia, junto con diversas empresas de particulares. El interés español por este territorio se resumió en el cultivo del cacao y en la explotación maderera del interior del país. La colonización se desarrolló en dos periodos. El primero de ellos asentó la presencia española en la isla de Fernando Poo, estableciendo una capital administrativa en la ciudad de Santa Isabel, hoy Malabo. En un momento posterior, se inició la colonización de los territorios en torno al río Muni. Según el acuerdo establecido con Portugal a finales del siglo XVIII, los territorios concedidos a la corona española eran más extensos. Sin embargo, la presión de las potencias coloniales, especialmente de Alemania al norte, en Camerún, y de Francia en el sur, en Gabón, redujeron de forma considerable el territorio de la colonia española en el continente.

Frente a la idea de una expansión colonial sin apenas resistencia, la investigación ha resaltado que los habitantes de los territorios ecuatoguineanos ofrecieron diversas estrategias de resistencia. El trabajo desarrollado por Nuria Fernández Moreno (2004) demuestra que los bubis reaccionaron ante la presencia española, retirándose a territorios difícilmente accesibles, y definiendo una estructura jerárquica que favoreció la centralización del poder en la figura de un monarca. De hecho, la actual denominación de la capital de la república ecuatoguineana toma el nombre de uno de estos monarcas, Malabo. El rey bubi estaba sometido a una serie de prescripciones de carácter religioso, entre las que podríamos destacar la prohibición de mostrarse ante hombres blancos. De hecho, en el idioma bubi el término mukara designaba al «demonio blanco». Es difícil precisar la entidad de estos enfrentamientos, y su consideración está condicionada por nuestra percepción del enfrentamiento bélico. Para la visión europea, la resistencia bubi adquirió forma de escaramuzas, que se resolvían prácticamente con unos pocos disparos al aire y que se saldaron con un escaso número de bajas. Sin embargo, desde la perspectiva bubi, es fácil comprender el impacto que suponía enfrentarse a los destacamentos españoles, por muy mal perpetrados que estuviesen (Pérez Armiño, 2018).

Los colonos españoles en la isla denunciaban el escaso interés de los bubis por el trabajo. Les sorprendía que solo desarrollasen aquellas actividades que les asegurasen el sustento básico, y no realizasen esfuerzos por incrementar sus posesiones. La legislación colonial reconoció este hecho, facilitando la posesión de terrenos a la población bubi, que podían ser trabajados para su propio beneficio. Sin embargo, la falta de mano de obra se convirtió rápidamente en un grave problema para la actividad de las plantaciones de cacao de la isla. Los administradores españoles recurrieron a diversas estrategias para atraer mano de obra a la isla, mucha de ella procedente de Nigeria o de Sierra Leona. Las duras condiciones de trabajo, en un régimen casi de semi – esclavitud, son evidentes al comprobar los litigios que las autoridades británicas españolas emprendieron contra las españolas. A pesar de los acuerdos con las autoridades coloniales británicas, por los que se proporcionaba abundante mano de obra para trabajar en las plantaciones de cacao de la isla, la falta de trabajadores fue un problema recurrente, que amenazaba toda la estructura económica de la colonia.

Para paliar esta situación, las autoridades españolas decidieron afianzar su presencia en el territorio colonial. La región estaba poblada por los fang. Este grupo seminómada era considerado por los españoles como más feroz y propenso a la guerra. Incluso, los consideraban más cercanos a la condición de los blancos, por sus capacidades físicas y su carácter guerrero. Los fang habitaban pequeñas unidades de producción, que explotaban el territorio circundante por un sistema de tala y quema, que agotaba rápidamente la tierra, lo que les obligaba a trasladarse de forma periódica. Este movimiento poblacional, evidentemente, generaba tensiones con grupos asentados en la región.

Los españoles, a medida que se asentaban en la región continental mediante la firma de acuerdos con los jefes locales, establecieron un sistema de reclutamiento. Entre los fang, la dote es fundamental para comprender el sistema matrimonial y social. La riqueza de un hombre se medía por el número de mujeres que podía llegar a tener, las que al fin y al cabo se encargaban del trabajo agrícola. Los colonos facilitaban a los hombres el dinero suficiente para poder cubrir esa dote, a cambio de prestaciones personales de trabajo en las plantaciones de la isla. La consecuencia lógica de este sistema de recluta fue la alteración radical de las bases económicas y sociales de los fang: la introducción de la economía monetaria (el dinero de la dote frente al «dinero para todo uso»), la extensión de los cultivos de exportación frente a los de subsistencia de los fang, apartando a las mujeres de las tareas agrícolas, el traslado masivo de hombres desde el continente a la isla de Fernando Poo, donde trabajan en unas condiciones durísimas. En el sistema de reclutamiento se implicó todo el sistema colonial español, incluyendo toda la estructura misionera y las autoridades militares y civiles de la isla, como ya ha descrito Gustau Nerín (2008).

La imagen de la ocupación del territorio como el resultado de negociaciones entre los colonos españoles y aquellos que consideraban jefes de los grupos locales debe completarse con las lógicas resistencias, que en ocasiones resultaron en forma de escaramuzas. Sin embargo, hay que considerar que el control militar del territorio correspondía a una guardia colonial escasa y peor equipada, dispuesta a lo largo de diferentes puestos de guardia en todo el territorio. Más preocupada por mantener la integridad fronteriza de la colonia que el régimen interno. Sin embargo, debemos considerar dos formas peculiares de resistencia.

Los estudios culturales han demostrado que en diversos territorios de África los grupos locales desarrollaron un determinado tipo de danzas destinadas a burlarse de los colonos blancos. Se trataba de puestas en escenas, que, a ojos de los colonos, eran representaciones rituales. Desde una perspectiva etnocéntrica, las autoridades coloniales otorgaban a estos rituales un significado religioso, ajeno a la verdadera intención de la mascarada. En las colonias francesas, por ejemplo, no eran infrecuentes las máscaras que trataban de imitar el rostro de Charles de Gaulle. La Guinea Española no fue ajena a este fenómeno.

La máscara ngontang es un tocado utilizado por los fang. Se caracteriza por ser una máscara trifaz, con la representación de tres rostros. En el Museo Nacional de Antropología, en Madrid, se conserva en muy buen estado de conservación una máscara de este tipo (CE11058). La máscara formaba parte de una amplia colección de objetos y materiales recolectados por la expedición patrocinada por el IDEA en 1948, que tenía como objetivo la formación de colecciones, que deberían ingresar en el Museo de África. En la máscara, llama poderosamente la similitud de los tres rostros representados, con un blanco intenso, y unos grandes ojos. La nariz, recta y pronunciada, destaca sobre un pequeño bigote negro. El rostro también tiene el pelo negro, con un característico peinado con raya al lado. Durante algún tiempo, se consideró que esta máscara estaba relacionada con algún tipo de ritual funerario, que mediaba la conexión con los espíritus de los difuntos que visitaban el mundo de los vivos. Precisamente, el color blanco era el que se asociaba con el mundo funerario. Sin embargo, la investigación ha demostrado un uso totalmente diferente. Los fang utilizaban estas máscaras para imitar a los colonos blancos, burlándose de ellos e imitando en los bailes sus gestos. En cierta manera, podemos interpretar la máscara como un elemento fundamental, que materializa una peculiar forma de resistencia a la dominación colonial mediante la burla y la ironía. Sobre esta máscara, es interesante mencionar «Representación del hombre blanco en las danzas fang de Guinea Ecuatorial y Gabón. Fronteras coloniales invisibles», que presentó Isabel de Aranzadi en el V Seminario Internacional del Centro de Estudio Afro Hispánicos, de la UNED, dedicado a 50 años de independencia de Guinea Ecuatorial, y que tuvo lugar en Madrid entre los días 2 y 13 de julio de 2018.

Por último, es necesario mencionar una forma de sincretismo religioso, el bwiti, y que tuvo predicación entre la población fang, y que fue percibido y perseguido por las autoridades coloniales españolas como una forma de resistencia indígena. El bwiti tomaba elementos de los cultos católicos junto con otros asociados a las creencias fang. En estas prácticas podemos distinguir la visión nativa del culto frente a un imaginario desarrollado por los españoles para desacreditar estas prácticas y minar cualquier forma de resistencia a su autoridad. En el culto bwiti es fundamental el consumo de la corteza de la raíz de la iboga, con poderosos efectos alucinógenos, que facilitaban la visión y adquisición de una serie de conocimientos fundamentales tanto para el iniciado como para la comunidad a la que pertenece. Las autoridades españolas persiguieron duramente este culto, especialmente en el periodo posterior a la guerra civil, al asociarlo con los movimientos que defendían la independencia de la colonia. Difundieron que el canibalismo formaba parte fundamental del ritual, lo que justificó las condenas a muerte de algunos de sus practicantes. El bwiti puede interpretarse como otra forma de resistencia cultural, que pretendía preservar determinados elementos de los cultos fang a los antepasados, frente a la imposición del catolicismo fruto de la intensa actividad misionera en la colonia.

Así, frente a las visiones idílicas de un modelo colonial ejemplar, esgrimidas frente a las presiones ejercidas por las Naciones Unidas que exigían el desmantelamiento del sistema colonial español en África, tanto las máscaras ngontang como la adopción de los cultos bwiti nos sitúan ante determinadas prácticas de resistencia frente a la autoridad colonial. Finalmente, el proceso de descolonización culminaría en 1968, cuando Guinea Ecuatorial accede a su independencia, escribiendo a partir de entonces el relato de su historia más reciente marcada por la sucesión de dos regímenes dictatoriales.

Un arte ¿primitivo? Algunas precisiones al respecto de las artes tradicionales del África Subsahariana y su implicación en la Modernidad

Alfonso Gilsanz Calvo

Gemelos Mambila. Escultura en el Museo de Arte Africano de Valladolid. Autor: Pablo Arconada.

La asociación de la religión animista con lo «bárbaro-barbaroi» (“extranjero” en sentido etimológico del griego clásico) posee un enorme cariz colonial que mucho tiende a deber de la imagen u otredad con la que se ha entendido al cuerpo-africano-barbaroi; y digo «cuerpo-africano» ya que la estereotipación de la persona de que vive en África es, por todos cuantos participamos en este curso, presumiblemente entendida como colonial y reduccionista; cuyo único fin no es más que caracterizar a través del cuerpo como sujeto o sujeto como cuerpo, a un espacio geográfico cada vez más entendido por discursos céntricos, locales y aquellos encontrados “entremedias”. Esto también sería interesante leerlo desde el punto de vista artístico, ya que la historiografía siempre ha tildado al arte africano (tal como se hacía en la segunda mitad del siglo XIX y XX) como “arte puro” o “arte etnológico” privándolo en cierta manera del concepto de Arte-Genio, constructo asociado sólo a lo occidental y Moderno (véase el sentido de Modernidad). Con todo ¿es posible estudiar la producción artística de las culturas subsaharianas que profesan estos cultos “animistas” desde un enfoque que no resalte la manida solución del «buen salvaje» basándose en la deconstrucción del hombre blanco caucásico y heterosexual, y enfatice otros aspectos como la forma, la técnica e incluso asigne el paradigma de “genio”, «escuela / taller» e incluso «Edad dorada»? ¿es posible hacer otra historia del arte para las formas producidas y conservadas al continente africano?

Incidir en la importancia de la revisión historiográfica a la luz de nuevos debates y planteamientos decoloniales; esta cuestión nos permite reconocer al objeto como manifestación física y conceptual, el cual, es activado por la mirada de un sujeto-conocedor que le otorga una posición determinada en el plano de la realidad. A partir de esta forma de conocimiento, comprobamos que los usos y funciones de dichos artefactos se convierten en toda una serie de construcciones culturales que no hacen sino activarse y desactivarse en función de aquellos que ejercen sobre su superficie dicha actividad de «mirar» y vincular materialidad con identidad. En este sentido, pretendemos aproximar sucintamente la problemática de esa mirada-mirante a la hora de aproximarnos al “arte africano” de tal forma que los datos que comprenderemos lo perverso de la mirada, y cuán perjudicial resulta la lectura colonialista, todavía vigente a día de hoy en muchos espacios.

El interés del hombre por mirar al otro forma parte de la Historia. En la obra El espejo de Heródoto: ensayo sobre la representación del otro (1980) escrita por François Hartog, el gran historiador griego nos habla de los escitas como “el otro” por excelencia. Será en el libro IV donde más describirá a ese “otro”, hablando de las costumbres y las fisionomías escitas como formas bárbaras; son muchos los detalles de cómo Heródoto describe las formas de una cultura ajena, introduciéndonos en un estudio antropológico. De este escrito habremos de comprender la siguiente máxima: nosotros nos fijamos en el otro para poder entendernos y describirnos a nosotros mismos. el conocimiento del otro nos permite limitar nuestra identidad/alteridad. La descripción del otro será planteada como una manera de atribuir los rasgos que no me definen para así conceptualizarme a mí mismo desde lo que deseo no-ser. Normalmente, estos juicios se emiten desde entidades culturales y no individuales. La identidad de esos “Otros” cristaliza en espejos en los que mirarnos para construirnos en proceso deductivo: sociedad-sujeto.

El otro está definido en el yo. Se habla de la dualidad (self = comunidad que mira) y el otro. En esta tesitura enjuiciadora podemos clasificar la alteridad mediante la descripción física: apariencia, color de la piel, la lengua y la forma de comunicación, el comportamiento y/o costumbres (costumbres culinarias, atavío, religión, desviaciones sexuales, etc.) la norma o self que a nosotros nos interesa es la científica-ilustrada. Es decir, la imagen del otro va más allá de las cuestiones de credo, aunque íntimamente ligada a esta. Será en el siglo XVIII cuando comience a fraguarse el concepto de “primitivo” y que no verá sus frutos más efectivos hasta el siglo XIX, con el colonialismo y el nacimiento de dos disciplinas científicas fundamentales: la Antropología y la Etnografía. A través de estas herramientas, Occidente comenzó a aproximarse al otro-negro-africano desde una perspectiva experimental y absolutamente paternalista. Hacia 1978 se publica la obra Orientalismo escrita por Edward W. Said, la cual marca un antes y un después en los estudios de la otredad donde se pone en cuestión los bandos este-oeste y cómo el posicionamiento superior de un grupo sobre otro legitima la cosmología colonialista y de ahí los mecanismos reales que se deducen del mismo.

Por “Estilo”, el Diccionario de términos artísticos (Bango, et.al. 2017), indica: “Conjunto de características originales y permanentes de un artista, una escuela , una época, zona geográfica, etc…, que permite su identificación y diferenciación respecto a otros” (p.272). En este caso, debemos identificar el comienzo del término “arte primitivo” hacia finales del siglo XIX con la idea de plantear los orígenes del Arte (recordemos que los inicios de dicha disciplina también se encuentran en esas cronologías), por ello nos encontraremos con los nombres de antropólogos e historiadores cuya misión se centró en calificar de “arte” a aquello que hasta entonces se había identificado como “objetos etnográficos”. Esto implicó que a medida que fue avanzando el siglo XX nos iremos encontrando con una depuración en las formas y la terminología aplicada, sobre todo en la década de los sesenta, momento en el que fruto de las “descolonizaciones”, el término “primitivo” comenzó a ser cuestionado y los museos como el del Trocadero de París o el Etnográfico de Nueva York, se vieron en la necesidad desaparecer y trasladar sus colecciones, en el caso del museo neoyorkino, al museo Metropolitano, resignificando así los fondos bajo el título de “Arte de África y del Pacífico”, empleando en este caso una categoría basada en la multiculturalidad y diversidad de los pueblos: es decir, se pasa del museo etnográfico al museo artístico, un verdadero avance en la descolonización de los mecanismos de conocimiento instaurados en el siglo XIX. Concretamente, será entre 1985 y 1999 cuando el término primitivismo sea objeto de una intensa crítica de corte decolonial y tildado de “eurocéntrico”.

Hemos de recordar que una de las cuestiones más controvertidas de los primeros defensores del “arte africano” fue la homogeneidad que le daban al término, un proceso cognoscitivo de gran carga colonial. En Primitivism in Modern Art (1986), R. Goldwater, infiere que: “[…] El primitivismo no es el nombre de un determinado periodo o escuela de la historia de la pintura que pueda ser descrito con una serie de características distintivas y objetivas cerrada, sino que al igual que el romanticismo, el primitivismo es una “actitud productiva del arte”. (López, 2018., p.38).

Ese primitivismo permitió a los artistas de comienzos del siglo XX adoptar una actitud de repulsa a esa Modernidad que no era sino el fantasma del pasado colonial que había construido el arquetipo de otredad desde el siglo XVII. En este sentido, artistas como Vlaminck, Matisse, Brancusi, Picasso, Derain, Klee, etc. se apoyarán en estos artefactos estéticos como baluarte desde el que defender un arcádico inicio, origen o nuevo centro, desde el que partir hacia la construcción de una nueva mirada; esto entroncaría a la perfección con la intencionalidad artística de estos momentos, entendida como Vanguardia, donde se quebró por completo la concepción de la figuración con la invención de la fotografía, y comenzando una nueva búsqueda en la concepción del propio Arte. Lo africano, comenzó siendo objeto de fetichización para finalmente acabar interrelacionándose con la cultura visual occidental y apagar muchas de esas incógnitas misteriosas hacia finales de la pasada centuria. Casi podríamos decir que los responsables de la valorización del arte africano en su más amplia extensión como arte en sí mismo podrían ser estos artistas de comienzos del siglo XX, entre los que se encontraba el grupo de Dïe Bruke (“el puente”); no obstante, debemos entender que son fruto de su propio tiempo, y proyectaron sobre dichas composiciones cuanto el sistema ilustrado les había dicho que eran: el resultado de toda una serie de sociedades que no habían alcanzado ese nivel de “madurez de civilización/pueblo/sociedad”, relegando sus producciones a una lectura supersticiosa y alejada de la razón como ente que estructura la jerarquía colonialista desde sus más primeros inicios hasta la misma actualidad. Si bien contamos con la aportación de especialistas como Carl Einstein o Franz Boas, entre otros muchos, los estudios puramente desde la estética comenzaron en mayor número hacia la década de los noventa, de la mano de autores como Charles Harrison, Francis Frascina, Gillian Perry, etc.

El conocimiento de las manifestaciones estéticas africanas buscaba ese ideal del “buen salvaje” que revelase los orígenes del ser humano, perfecto para aquellos artistas de la vanguardia que buscaban los orígenes del individuo para (re)explorar conceptos tan elementales como el del propio Arte. Es decir, no existe tampoco un claro interés por conocer al artista detrás de la obra, sino aquello que realmente les llamaba la atención: la destrucción de la Modernidad y la vuelta al punto de partida de la humanidad (sabemos que el gremio de artistas poseyeron un importante papel en la sociedad, y de hecho conocemos los nombres de algunos de ellos como Ighue-Igha de Ife, Fakeye de Nigeria o el maestro de Bouaflé de Costa de Marfil). Existe lo que David López Rubiño, denomina como “elogio al desconocimiento” ya que “Arte primitivo” también engloba a las producciones de Oceanía, despojando así de todo interés las cuestiones locales, estilísticas, etc. priorizando ese cariz anti-moderno y participando de alguna forma en ese reduccionismo colonialista. Agustín Linares Pedrero en este línea, plantea una pregunta convente: “¿de qué estamos hablando cuando decimos que es tipo de arte es primitivo y qué queremos expresar cuando decimos que es arte? Dicho de otra forma ¿qué derecho tenemos para imponer estas etiquetas eurocéntricas a culturas no europeas? […] ¿qué opciones hay?” (2018, p.43). Se deduce, por tanto, que los determinismos que codifican nuestra mirada (educación, país de nacimiento, cultura visual, etc.) serán cruciales a la hora de entender estas otras culturas, algo que seguramente hagamos con hartas incorrecciones, imprecisiones e injusticias por razones obvias. Una idea que es tangencial en los estudios de Foucault o Estrella de Diego, la cuestión de la mirada que no puede dejar de mirar: la “mirada-mirante”.

Estas experiencias estéticas comenzaron a entrar en los circuitos occidentales desde el siglo XVI, momento en el que las campañas colonialistas llevaban a lasa cámaras de maravillas dichos artefactos, no obstante, será a partir del siglo XIX cuando entren de lleno en los sistemas de rapiña institucionales; nos referimos a los brutales expolios sufridos, por ejemplo en el palacio real de Benín hacia 1879, momento en el que el imperio británico confiscó 300 placas de bronce destinadas a sus museos nacionales, otros de potencias vecinas y coleccionistas privados. Las poblaciones locales africanas, vieron que los occidentales demandaban una serie de objetos que ellos empleaban en sus ritos sociales, por ello optaron por la construcción de dichos objetos destinados exclusivamente al comercio; es aquí cuando se plantea el debate ¿sólo le interesa a Europa las piezas del ritual como verdaderas obras de arte, pensando las creadas para comercio como artesanía? A este respecto, David López Rubiño, rescata las reflexiones de L. Shiner en su estudio “‘Primitive fakes’, ‘tourists art’ and the ideology of Authenticity” (1994):

“[…] L. Shiner analiza el carácter paradójico y contradictorio de los criterios que nos permiten delimitar y diferenciar el Arte africano auténtico (en tanto que “Arte”). Contradicción que, a su juicio, se hace palpable: (1º) cuando estalla la alarma (o surge la inquietud) entre nosotros sobre la presencia del denominado “Falso Arte Primitivo” y (2º) por el desprecio generalizado que envuelve el denominado “Arte para turistas” […] En su preocupación por preservar la “autenticidad tradicional”, el ambivalente discurso occidental opera aplicando una especie de “doble rasero” cuando selecciona estéticamente los artefactos de estas sociedades. Solo selecciona los objetos elaborados para ser usados en rituales comunales (ya sea de tipo religioso, mágico o social), solo este tipo de artefactos son dignos de ser “elevados” a la categoría de Arte. Pero, en cambio, aquellos que hayan sido elaborados para ser vendidos con el fin de ser apreciados visualmente (estéticamente) son calificados como falsos o como banales productos comerciales (arte para turistas) […] Lo interesante de esta situación (conceptualmente) es que las esculturas quew no inrtnentan ser Arte en el sentido de nuestra noción (ya que han sido producidoas como objetos funcionales) son consideraods Arte Primitivo (Auténtico); mientras que que las tallas realizadas con la intención de ser Arte en el sentido que nosotros le atribuimos normalmente a esa práctica […] son denominadas como denominadas o calificadas como falsificaciones (fakes) reducidad al estatus de simples artesanías comerciales […] En el contexto del Mercado del Arte Primitivo la distinción entre Arte y Artesanía se invierte paradójicamente: los artefactos utilitarios se elevan a la categoría de Arte y los no-utilitarios quedan relegados a la categoría de Artesanía” (2018, p.35-36).

Pintada entre la primavera y el verano del año 1907, se considera que el genio artístico de Picasso fue capaz de concebir una de las obras más importantes dentro de la Historia del Arte, considerada además como la obra responsable del movimiento al cual se adscribe el autor y junto a Georges Braque (1882-1963) constituye el representante por antonomasia de dicho movimiento pictórico de comienzos de siglo, el cubismo (1907-1914). Las señoritas de Avignon es una obra en la que los rostros que presentan las mujeres de los extremos derecho e izquierdo se encuentren influenciadas muy posiblemente por este tipo de arte tradicional africano subsahariano. Picasso, mostró un gran interés por este tipo de manifestaciones artísticas (las máscaras africanas) debido a su interés en la búsqueda de los orígenes del hombre (tendencia tan característica del origen de las vanguardias artísticas y que tanto clamor tuvieron gracias a nombres como Gauguin o el propio Cézanne). Citando al profesor José Jiménez, podemos concluir:

 “[…] No se trata, en absoluto, de renunciar a ellos [los objetos del arte “primitivo”], sino de proporcionar un nuevo marco categorial que profundice y enriquezca nuestra comprensión de los mismos. De entrada, es preciso insistir en la necesidad de evitar todo intento de generalización absoluta o abstracta de las formas y sus funciones, cualquier pretensión de alcanzar una síntesis, forzosamente genérica, de algo inexistente. Las formas y sus funciones se presentan dentro de una gran diversidad de contextos culturales, épocas y situaciones ambientes y de ahí sus diferencias de sentido […] “Más que una “historia” se trataría de esbozar un cuadro de manifestaciones antropológicas estructuralmente recurrentes, aunque diferenciadas en su particularidad, y que afectan a dimensiones cruciales de las culturas humanas” (1996, p.55).

Ruanda: el genocidio visible e ignorado

Ester Hernández Olive

El país africano de Ruanda vivió, en unos 100 días, una de las peores masacres de la historia reciente en 1994. Cien días que pudieron haberse evitado si se hubieran hecho caso de las alarmas en el país. Las consecuencias de ese mal ignorado por la comunidad internacional dejan en la actualidad a hijos nacidos de violaciones y exhumaciones en fosas comunes para recuperar los cadáveres de los asesinados en una guerra entre etnias que hoy en día se sigue trabajando para olvidar y perdonar.

El genocidio de población tutsi en Ruanda empezó en abril de 1994. El contexto de este grave conflicto tiene que ver en parte con el proceso de independencia de Ruanda. En 1959, el grupo étnico de los hutus derrocó al rey gobernante tutsi. Esto provocó que miles de tutsis fueran asesinados y una gran cantidad de personas, exiliadas a otros países vecinos. El hutu Juvénal Habyarimana llega a la presidencia de Ruanda mediante un golpe de estado en 1973. En 1990, el Frente Patriótico Ruandés (FPR) formado por hijos de exiliados tutsi, lanza un ataque contra Ruanda desde Uganda. Esto provocó más tensiones entre ambas etnias dentro del país y el presidente Juvénal firma los acuerdos de paz de Arusha 1993 con las guerrillas del Frente Patriótico Ruandés. Sin embargo, hubo problemas en cuanto a la aplicación de este acuerdo por la negativa de un sector del gobierno hutu.

El 6 de abril de 1994 hubo un atentado contra el avión en el que volaba el presidente ruandés Habyarimana y el de Burundi, Cyprien Ntayamira. Esa misma noche empezaron las primeras muertes y al día siguiente, la primera ministra de Ruanda, Agathe Uwiligiyimana así como diez soldados belgas de la ONU encargados de su protección fueron torturados y asesinados. Estas muertes aumentaron el odio de los hutus que comenzaron a asesinar a tutsis y a todo aquel que los defendiera. En aproximadamente 100 días, fueron asesinados 800.000 personas de etnia tutsi así como hutus moderados. Según los datos totales, se estima que un millón de personas fue asesinada, al menos 250.000 mujeres violadas, 95.000 niños ejecutados y unos 400.000 jóvenes huérfanos. También hubo miles de refugiados que huyeron a países vecinos como Burundi, Zaire (actual República Democrática del Congo) y Tanzania.

Fue en julio de ese mismo año cuando el FPR derrotó a las tropas hutus y tomó el control del país, finalizando así el genocidio. Se formó un gobierno presidido por Pasteur Bizimungo, de etnia hutu y Paul Kagame como vicepresidente, representante tutsi. En este contexto, la Organización de las Naciones Unidas patrocinó antes del genocidio, en 1993, la denominada Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Ruanda (UNAMIR) con el objetivo de implementar los acuerdos de paz de Arusha. Esta misión duraría hasta 1996 puesto que su duración y mandato tuvo que ser ajustado debido a los eventos que ocurrieron meses después, con el genocidio por parte de la comunidad hutu.

En un principio, la misión tenía como objetivos principales asistir para garantizar la seguridad de la capital, Kigali; controlar el cede de las hostilidades, incluyendo el establecimiento de una zona desmilitarizada y procedimientos de desmovilización; controlar la situación durante el periodo final del mandato del gobierno; ayudar en la limpieza de minas y asistir en la coordinación de asistencia humanitaria. La respuesta internacional en cuanto al genocidio perpetrado por la etnia hutu contra tutsis, según muchos artículos sobre el tema, fue lenta y no suficiente en un principio. De hecho, las tropas belgas fueron retiradas del país debido a sus soldados asesinados junto a la primera ministra. Hicieron lo mismo otros países y el 21 de abril, la misión UNAMIR redujo sus efectivos. Se calcula que, de 2.500, solo quedaron unos 270 efectivos.

Así mismo, la ONU tardó en llamar por su nombre a la sangrienta matanza que estaba ocurriendo en el país. Los llamaba “actos de genocidio”, en vez de genocidio ya que ese matiz implicaba la no intervención de fuerzas para acabar con ello. No fue hasta 2014, 20 años después, cuando la ONU reconoció públicamente su tardía intervención y disculpándose con las víctimas del genocidio. No solo tuvo que ver la tardía respuesta de las Naciones Unidas. El Frente Patriótico Ruandés demandó en la ONU que no intervinieran sus tropas. A finales de junio, el Consejo de Seguridad de la ONU autorizó que Francia enviara ayuda humanitaria, bajo el nombre de Operación Turquesa, con la que se estableció una zona de protección humanitaria en el suroeste de Ruanda que terminó en agosto de 1994.

Como se ha indicado previamente, en julio las tropas del FPR tomaron el control de Ruanda y se comprometieron a declarar la paz y asegurar a la UNAMIR que cooperarían para que volvieran los refugiados ruandeses. Durante los siguientes meses al genocidio perpetrado, la comunidad internacional se volcó con Ruanda. Tras una estimación de los daños humanos causados en el genocidio, Naciones Unidas lanzó un llamamiento humanitario con el que se recaudó 762 millones de dólares para el país.

En cuanto a las culpas, un Comité de expertos creado por el Consejo de Seguridad de la ONU informó en septiembre que tenían evidencias claves para probar que sujetos hutus habían perpetrado actos de genocidio contra población tutsi. Un informe final se presentó en el Consejo de Seguridad en diciembre de ese año. UNAMIR siguió ofreciendo ayuda humanitaria, limpieza de minas o ayuda a refugiados a reasentarse en el país. Sin embargo, Ruanda pidió el fin de la ayuda de la misión, afirmando que no estaban respondiendo a las necesidades de la población. Finalmente, se atendió a la petición del país y la misión UNAMIR se marchó en marzo de 1996. Por otra parte, las donaciones para ayudar a la crisis humanitaria de Ruanda siguieron hasta llegar a los 617 millones de dólares para la reconstrucción del país.

Juicios del genocidio de Ruanda

El 8 de noviembre de 1994 el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas crea el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR), ubicado en la ciudad tanzana de Arusha para juzgar los crímenes cometidos y procesar a los responsables del genocidio y otras violaciones en el territorio de Ruanda desde el 1 de enero al 31 de diciembre de 1994. El tribunal realizó sus primeras acusaciones en 1995 y los primeros juicios en 1997. El TPIR finalizó sus actividades en 2014, tras años retrasándose su cierre. Finalmente se condenó a 49 acusados a condenas de cárcel, 14 fueron absueltos, 10 transferidos a jurisdicciones nacionales, 9 no fueron juzgados y algunos fallecieron antes de ser condenados. Todos de etnia hutu.

En Ruanda se llevaron se juzgaron los crímenes cometidos en tribunales judiciales convencionales y tribunales comunitarios de justicia participativa llamados “Gacaca” que se formaron en 2001. Los tribunales Gacaca se implantaron como un sistema de justicia transnacional y que combinaba el derecho penal más moderno con procedimientos tradicionales. El funcionamiento era el de hacer participar a comunidades de personas responsables de elegir a aquellos que aprobarían las listas de personas sospechosas de haber participado en el genocidio. Tenían como objetivo aliviar la sobrecarga del sistema judicial y recuperar elementos de la justicia tradicional, así como hacer justicia, ayudar a los supervivientes del genocidio y sentar las bases para una reconciliación nacional.

Por otro lado, los tribunales Gacaca, fueron financiados por países europeos y contó con apoyo institucional. Aprobaron que se realizaran dos medidas esenciales: una de ellas contemplaba las indemnizaciones a las víctimas de genocidio. La otra medida era poner en marcha un programa permitiera que aquellos que infligieron daño a las comunidades, lo reparen para cumplir parte de su condena. Sin embargo, estas medidas no se llevaron a cabo lo rápido que se esperaba. Se puede concluir que estos tribunales tuvieron limitadas garantías procesales. Aunque hubo una aceptación por parte de la mayoría de los juicios rápidos con participación popular, se redujo el número de personas encarceladas y un mejor ambiente entre etnias, también se vieron notificadas violaciones al derecho de un juicio justo.

Respuesta tardía internacional

En 1999, la comunidad internacional y las Naciones Unidas seguían siendo acusadas de no haber prevenido el genocidio. En marzo de ese año, el Secretario General de la ONU, con la aprobación del Consejo de Seguridad, encargó una investigación independiente sobre las acciones de las Naciones Unidas y sus miembros durante el genocidio del país africano. En diciembre se publicaron los informes de la investigación. Se concluyó que el gran fracaso de la respuesta internacional fue la falta de recursos y voluntad política así como errores de apreciación de la envergadura de los acontecimientos en Ruanda. La investigación sirvió para que el secretario general, aceptara las conclusiones del informe y la voluntad de mejorar y aprender a prevenir o detener cualquier otra catástrofe internacional en el futuro.

El caso es que se ignoraron las alarmas que exponían los problemas que estaban por llegar en el país. Analistas políticos y miembros de Naciones Unidas redactaron informes sobre la situación que vivía Ruanda antes de que ocurriera el genocidio. Concretamente, el comandante de la misión UNAMIR, Romeo Dallaire advirtió a la ONU por medio de un fax en enero de 1994 en el que expresa que un alto cargo del grupo paramilitar Interahamwe le comunicó que los milicianos estaban preparados para matar a gente tutsi. También contaban con un gran arsenal de armas. La respuesta, firmada por el jefe de la misión de paz, Kofi Annan decía que se rechazaba cualquier tipo de operación “porque excede el mandato confiado a la UNAMIR”.

Medidas políticas después del genocidio

El gobierno presidido por Paul Kagame desde 2003 buscó borrar los recuerdos del genocidio en la población. Incluso se empezó a desechar la visión étnica de hutus o tutsis definiéndose, simplemente, como población ruandesa. En 2007 se creó la Comisión Nacional de Lucha contra el Genocidio con el objetivo de organizar una reflexión sobre el genocidio, las consecuencias de esta y estrategias para prevenir y erradicar. Sin embargo, no se puso en marcha. Sí lo hizo la Comisión Nacional por la Unidad y Reconciliación que sí buscó prevenir nuevos genocidios y promovió la convivencia entre etnias. También elaboró estrategias para superar el genocidio con educación cívica, movilizaciones de masas, conferencias y debates o lucha contra la pobreza.

Sin embargo, las víctimas tuvieron que aprender, de manera casi obligatoria, a vivir con los que fueron los perpetradores de los crímenes, algo que es difícil de llevar a cabo. Aunque hay declaraciones de personas que alegan que supieron perdonar a sus victimarios, no todos tienen la capacidad de ello y es difícil superarlo en poco tiempo.

Conclusiones

El de Ruanda fue un genocidio que pudo haberse evitado. A pesar de que la ONU proclamó el “nunca más”, el daño ya estaba hecho. Y fue un daño inútil en el que se perdieron miles de vidas en poco más de tres meses y aquellas personas que no murieron, fueron heridas, violadas o tuvieron que escapar de sus hogares. La construcción de paz en el país pudo ser mejor y más efectiva. Aparte de la tardanza en la que la comunidad internacional quiso intervenir, la población afectada no estuvo satisfecha con lo que llegaba porque no atendía a sus necesidades. La comunidad internacional ignoró un problema y no hizo nada por solucionarlo rápido. Ruanda y el genocidio que sufrió en 1994 hace cuestionar si esas misiones de paz son tan útiles cuando realmente se necesitan o si hay intereses políticos o de otro tipo que dificultan la consecución de estas misiones.