Formas de resistencia cultural: los fang en la Guinea Española

Luis Pérez Armiño

La delimitación cronológica de la presencia colonial de España en la región ecuatorial de África depende de las fuentes que empleemos. Desde el punto de vista meramente documental, podríamos situar su origen en 1778, cuando los reinos de España y Portugal firman los Tratados de San Ildefonso y de El Pardo. Por estos acuerdos, Portugal cede a España una serie de territorios en el golfo de Guinea, además de la isla de Fernando Poo, la actual Bioko. Sin embargo, la presencia efectiva de los españoles en estos territorios es más tardía. Prácticamente, si nos referimos al territorio de Fernando Poo, debemos remitirnos a mediados del siglo XIX, cuando los españoles hacen efectiva su ocupación de la isla, en respuesta a las presiones británicas para hacerse con este territorio. Respecto al territorio continental, los españoles deciden su ocupación y explotación comenzado el siglo XX. El final de la presencia colonial española se da con la independencia de la República de Guinea Ecuatorial, celebrada solemnemente el 12 de octubre de 1968.

Guinea Ecuatorial, en cierto modo, ha ocupado un interés marginal en el ámbito académico español, situación que está siendo corregida en los últimos tiempos. Las primeras referencias son las crónicas de los exploradores y viajeros, que recorrieron la colonia entre finales del siglo XIX y principios del XX. Viajes, que, con supuesto carácter científico, estaban patrocinados por instituciones privadas y que buscaban describir la potencialidad económica de las posesiones africanas, más después del desastre colonial de 1898. En este contexto, los trabajos de Günter Tessmann, sobre los fang (publicado en 1913) y sobre los bubis (en 1923), ofrecen las primeras noticias de carácter etnográfico sobre estos grupos. El interés científico por la Guinea Española se incrementa después de la guerra civil y en relación con la política exterior del nuevo régimen franquista. En este contexto, podemos destacar los trabajos patrocinados por el Instituto de Estudios Africanos (IDEA), creado en 1945, por un decreto publicado el 28 de junio en el Boletín Oficial del Estado (BOE). Bajo una supuesta intención científica, el fin último de los trabajos de IDEA no era otro que rentabilizar el aprovechamiento económico de la colonia. Habría que esperar a la independencia del país y la llegada de la democracia en España para que el panorama cambiase, y se fuese generando un corpus bibliográfico en torno a muy diferentes facetas de los territorios de Guinea Ecuatorial.

En líneas generales, la literatura generada en torno a la colonia española de la actual Guinea Ecuatorial ha transitado entre dos posturas. Por un lado, todas aquellas obras, que han recuperado el papel ejercido por la administración colonial española. Durante años, dominó la idea de la bonanza asociada a los territorios ecuatoguineanos, gracias al tesón de los colonos, dedicados a los cultivos de exportación, especialmente el cacao. Ejemplo de este tipo de investigaciones es el amplio estudio publicado por Sial y Casa de África en 2014 con el explícito título de Aquel negrito del África tropical. El colonialismo español en Guinea (1778 – 1968), obra de Fernando Ballano Gonzalo. En general, se trata de trabajos en los que es fácil percibir una cierta nostalgia, y que insisten en el desarrollo económico de la colonia, en relación con la metrópolis; o en las diferentes fases administrativas por las que pasa este territorio, que llegó a ser provincia española. De hecho, los territorios ecuatoguineanos fueron los únicos capaces de organizar unas elecciones democráticas bajo el auspicio de un régimen dictatorial.

Han surgido visiones revisionistas, que tratan de desentrañar todos los resortes del sistema colonial español, denunciando sus abusos y sus deficiencias. Uno de los escritores más destacados es el antropólogo catalán Gustau Nerín, con una amplia producción publicada, entre los que destacan títulos como La última selva de España. Antropófagos, misioneros y guardias civiles (Los libros de la Catarata, 2010), Un guardia civil en la selva (Ariel, 2007) o Guinea Ecuatorial, historia en blanco y negro (Ediciones Península, 1998), entre otros muchos artículos y referencias académicas. En la mayoría de estos casos, desde distintas perspectivas y con una postura crítica, se cuestiona la acción colonial española. En la misma línea, por situar otro ejemplo, podemos citar la exposición Ikunde. Barcelona, metrópoli colonial, que tuvo lugar en el Museu de las Culturas del Mon, en Barcelona, entre junio de 2016 y febrero de 2017. A partir de la historia de Copito de Nieve, el famoso gorila albino del zoo barcelonés, se realiza un análisis detenido del papel de Barcelona en la explotación colonial de los territorios ecuatoguineanos.

Desde una perspectiva antropológica, sí que me gustaría destacar la labor investigadora desarrollada desde la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Me refiero a las Jornadas de Antropología de Guinea Ecuatorial, celebradas por primera vez en la ciudad de Bata, en 2008, y de las que hasta el momento se han celebrado hasta cuatro ediciones. En este mismo ámbito académico, Raúl Sánchez Molina publicó en 2011 El pamue imaginado, obra fundamental para comprender la visión española de los territorios de la Guinea Española, o los trabajos etnográficos de Íñigo de Aranzadi o Isabel de Aranzadi, por solo citar algunos ejemplos.

Podemos afirmar que existe un imaginario en torno a la colonización española de Guinea Ecuatorial, que afirma el papel benefactor de la presencia española en la región. Se asume que la administración colonial española fue capaz de generar una estructura económica, sobre la base del cacao, con una altísima productividad. La exportación de cacao, con un fuerte intervencionismo estatal, favoreció el crecimiento económico de la colonia, en unos niveles comparables a los de la economía peninsular. Pero bajo este relato tan propio del colonialismo paternalista desarrollado por las potencias europeas que intervinieron en el continente africano, la investigación descubre una realidad distinta. La presencia española en la región del golfo de Guinea no se resolvió como una pacífica implantación de un sistema productivo altamente rentable. El colonialismo español se enfrentó a numerosas contradicciones, y debe asumir muchos de los errores asociados a los regímenes coloniales que se implantan en el continente a principios del siglo XX. Además, hay que considerar las peculiares características del colonialismo español en la región ecuatorial africana: frente al valor simbólico de las posesiones en el norte de África, sobre todo relacionadas con la élite militar, las autoridades metropolitanas españolas mostraron un casi absoluto desinterés por los asuntos ecuatoguineanos. Solo el régimen franquista avivó el interés por la Guinea Española, siempre condicionado por el beneficio económico.

El territorio actual de Guinea Ecuatorial ofrece un panorama multiétnico, con dos grandes regiones: la isla de Bioko, con capital en Malabo, la antigua Santa Isabel de la colonia española; y la región continental, con capital administrativa en Bata. En la actualidad, la constitución ecuatoguineana reconoce cinco grupos culturales. La isla de Bioko se encontraba habitada por los bubis. En el continente, la franja litoral estaba poblada por los grupos que los españoles denominaban “playeros”, y que incluían a diversos grupos, junto con los fang que habitaban el territorio interior, en desplazamiento de tipo semi nómada hacia las costas. Este panorama se completaba con la presencia de los fernandinos en la isla de Bioko, descendientes de esclavos liberados y que constituían la élite de la isla, evidentemente junto con los colonos españoles. Por último, en la isla de Annobón, único territorio ecuatoguineano en el hemisferio sur, habitaban los annobenses, en muchos casos descendientes de esclavos emancipados, y que hablaban un dialecto criollo portugués.

El proceso colonizador español en Guinea Ecuatorial estuvo protagonizado por los misioneros, principales terratenientes de la colonia, junto con diversas empresas de particulares. El interés español por este territorio se resumió en el cultivo del cacao y en la explotación maderera del interior del país. La colonización se desarrolló en dos periodos. El primero de ellos asentó la presencia española en la isla de Fernando Poo, estableciendo una capital administrativa en la ciudad de Santa Isabel, hoy Malabo. En un momento posterior, se inició la colonización de los territorios en torno al río Muni. Según el acuerdo establecido con Portugal a finales del siglo XVIII, los territorios concedidos a la corona española eran más extensos. Sin embargo, la presión de las potencias coloniales, especialmente de Alemania al norte, en Camerún, y de Francia en el sur, en Gabón, redujeron de forma considerable el territorio de la colonia española en el continente.

Frente a la idea de una expansión colonial sin apenas resistencia, la investigación ha resaltado que los habitantes de los territorios ecuatoguineanos ofrecieron diversas estrategias de resistencia. El trabajo desarrollado por Nuria Fernández Moreno (2004) demuestra que los bubis reaccionaron ante la presencia española, retirándose a territorios difícilmente accesibles, y definiendo una estructura jerárquica que favoreció la centralización del poder en la figura de un monarca. De hecho, la actual denominación de la capital de la república ecuatoguineana toma el nombre de uno de estos monarcas, Malabo. El rey bubi estaba sometido a una serie de prescripciones de carácter religioso, entre las que podríamos destacar la prohibición de mostrarse ante hombres blancos. De hecho, en el idioma bubi el término mukara designaba al «demonio blanco». Es difícil precisar la entidad de estos enfrentamientos, y su consideración está condicionada por nuestra percepción del enfrentamiento bélico. Para la visión europea, la resistencia bubi adquirió forma de escaramuzas, que se resolvían prácticamente con unos pocos disparos al aire y que se saldaron con un escaso número de bajas. Sin embargo, desde la perspectiva bubi, es fácil comprender el impacto que suponía enfrentarse a los destacamentos españoles, por muy mal perpetrados que estuviesen (Pérez Armiño, 2018).

Los colonos españoles en la isla denunciaban el escaso interés de los bubis por el trabajo. Les sorprendía que solo desarrollasen aquellas actividades que les asegurasen el sustento básico, y no realizasen esfuerzos por incrementar sus posesiones. La legislación colonial reconoció este hecho, facilitando la posesión de terrenos a la población bubi, que podían ser trabajados para su propio beneficio. Sin embargo, la falta de mano de obra se convirtió rápidamente en un grave problema para la actividad de las plantaciones de cacao de la isla. Los administradores españoles recurrieron a diversas estrategias para atraer mano de obra a la isla, mucha de ella procedente de Nigeria o de Sierra Leona. Las duras condiciones de trabajo, en un régimen casi de semi – esclavitud, son evidentes al comprobar los litigios que las autoridades británicas españolas emprendieron contra las españolas. A pesar de los acuerdos con las autoridades coloniales británicas, por los que se proporcionaba abundante mano de obra para trabajar en las plantaciones de cacao de la isla, la falta de trabajadores fue un problema recurrente, que amenazaba toda la estructura económica de la colonia.

Para paliar esta situación, las autoridades españolas decidieron afianzar su presencia en el territorio colonial. La región estaba poblada por los fang. Este grupo seminómada era considerado por los españoles como más feroz y propenso a la guerra. Incluso, los consideraban más cercanos a la condición de los blancos, por sus capacidades físicas y su carácter guerrero. Los fang habitaban pequeñas unidades de producción, que explotaban el territorio circundante por un sistema de tala y quema, que agotaba rápidamente la tierra, lo que les obligaba a trasladarse de forma periódica. Este movimiento poblacional, evidentemente, generaba tensiones con grupos asentados en la región.

Los españoles, a medida que se asentaban en la región continental mediante la firma de acuerdos con los jefes locales, establecieron un sistema de reclutamiento. Entre los fang, la dote es fundamental para comprender el sistema matrimonial y social. La riqueza de un hombre se medía por el número de mujeres que podía llegar a tener, las que al fin y al cabo se encargaban del trabajo agrícola. Los colonos facilitaban a los hombres el dinero suficiente para poder cubrir esa dote, a cambio de prestaciones personales de trabajo en las plantaciones de la isla. La consecuencia lógica de este sistema de recluta fue la alteración radical de las bases económicas y sociales de los fang: la introducción de la economía monetaria (el dinero de la dote frente al «dinero para todo uso»), la extensión de los cultivos de exportación frente a los de subsistencia de los fang, apartando a las mujeres de las tareas agrícolas, el traslado masivo de hombres desde el continente a la isla de Fernando Poo, donde trabajan en unas condiciones durísimas. En el sistema de reclutamiento se implicó todo el sistema colonial español, incluyendo toda la estructura misionera y las autoridades militares y civiles de la isla, como ya ha descrito Gustau Nerín (2008).

La imagen de la ocupación del territorio como el resultado de negociaciones entre los colonos españoles y aquellos que consideraban jefes de los grupos locales debe completarse con las lógicas resistencias, que en ocasiones resultaron en forma de escaramuzas. Sin embargo, hay que considerar que el control militar del territorio correspondía a una guardia colonial escasa y peor equipada, dispuesta a lo largo de diferentes puestos de guardia en todo el territorio. Más preocupada por mantener la integridad fronteriza de la colonia que el régimen interno. Sin embargo, debemos considerar dos formas peculiares de resistencia.

Los estudios culturales han demostrado que en diversos territorios de África los grupos locales desarrollaron un determinado tipo de danzas destinadas a burlarse de los colonos blancos. Se trataba de puestas en escenas, que, a ojos de los colonos, eran representaciones rituales. Desde una perspectiva etnocéntrica, las autoridades coloniales otorgaban a estos rituales un significado religioso, ajeno a la verdadera intención de la mascarada. En las colonias francesas, por ejemplo, no eran infrecuentes las máscaras que trataban de imitar el rostro de Charles de Gaulle. La Guinea Española no fue ajena a este fenómeno.

La máscara ngontang es un tocado utilizado por los fang. Se caracteriza por ser una máscara trifaz, con la representación de tres rostros. En el Museo Nacional de Antropología, en Madrid, se conserva en muy buen estado de conservación una máscara de este tipo (CE11058). La máscara formaba parte de una amplia colección de objetos y materiales recolectados por la expedición patrocinada por el IDEA en 1948, que tenía como objetivo la formación de colecciones, que deberían ingresar en el Museo de África. En la máscara, llama poderosamente la similitud de los tres rostros representados, con un blanco intenso, y unos grandes ojos. La nariz, recta y pronunciada, destaca sobre un pequeño bigote negro. El rostro también tiene el pelo negro, con un característico peinado con raya al lado. Durante algún tiempo, se consideró que esta máscara estaba relacionada con algún tipo de ritual funerario, que mediaba la conexión con los espíritus de los difuntos que visitaban el mundo de los vivos. Precisamente, el color blanco era el que se asociaba con el mundo funerario. Sin embargo, la investigación ha demostrado un uso totalmente diferente. Los fang utilizaban estas máscaras para imitar a los colonos blancos, burlándose de ellos e imitando en los bailes sus gestos. En cierta manera, podemos interpretar la máscara como un elemento fundamental, que materializa una peculiar forma de resistencia a la dominación colonial mediante la burla y la ironía. Sobre esta máscara, es interesante mencionar «Representación del hombre blanco en las danzas fang de Guinea Ecuatorial y Gabón. Fronteras coloniales invisibles», que presentó Isabel de Aranzadi en el V Seminario Internacional del Centro de Estudio Afro Hispánicos, de la UNED, dedicado a 50 años de independencia de Guinea Ecuatorial, y que tuvo lugar en Madrid entre los días 2 y 13 de julio de 2018.

Por último, es necesario mencionar una forma de sincretismo religioso, el bwiti, y que tuvo predicación entre la población fang, y que fue percibido y perseguido por las autoridades coloniales españolas como una forma de resistencia indígena. El bwiti tomaba elementos de los cultos católicos junto con otros asociados a las creencias fang. En estas prácticas podemos distinguir la visión nativa del culto frente a un imaginario desarrollado por los españoles para desacreditar estas prácticas y minar cualquier forma de resistencia a su autoridad. En el culto bwiti es fundamental el consumo de la corteza de la raíz de la iboga, con poderosos efectos alucinógenos, que facilitaban la visión y adquisición de una serie de conocimientos fundamentales tanto para el iniciado como para la comunidad a la que pertenece. Las autoridades españolas persiguieron duramente este culto, especialmente en el periodo posterior a la guerra civil, al asociarlo con los movimientos que defendían la independencia de la colonia. Difundieron que el canibalismo formaba parte fundamental del ritual, lo que justificó las condenas a muerte de algunos de sus practicantes. El bwiti puede interpretarse como otra forma de resistencia cultural, que pretendía preservar determinados elementos de los cultos fang a los antepasados, frente a la imposición del catolicismo fruto de la intensa actividad misionera en la colonia.

Así, frente a las visiones idílicas de un modelo colonial ejemplar, esgrimidas frente a las presiones ejercidas por las Naciones Unidas que exigían el desmantelamiento del sistema colonial español en África, tanto las máscaras ngontang como la adopción de los cultos bwiti nos sitúan ante determinadas prácticas de resistencia frente a la autoridad colonial. Finalmente, el proceso de descolonización culminaría en 1968, cuando Guinea Ecuatorial accede a su independencia, escribiendo a partir de entonces el relato de su historia más reciente marcada por la sucesión de dos regímenes dictatoriales.

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