Marina Fidalgo de la Rosa
Vamos a retrotraernos a otra realidad. Una realidad que en ocasiones no parece tan diferente a la nuestra. Desde el siglo XV hasta bien entrado el siglo XIX, el comercio de esclavos —y por tanto la esclavitud— fue una constante en el triángulo que forman los países europeos y sus respectivas colonias en el continente africano y americano. El interés internacional se centraba en las posibles exportaciones del nuevo mundo: el nuevo reto colonizador. El continente que en siglos previos fue visto como fuente de riqueza, se convertía ahora en una nueva mina; los recursos explotados en este caso serían las propias personas: daba comienzo (o se impulsaba, mejor dicho) el comercio de esclavos. Con el desarrollo de las grandes explotaciones en América, como las plantaciones de caña de azúcar, se hacía necesario contar con mano de obra que se encargase de esta incesante y ardua tarea. Siendo una expresión más de la despersonalización africana, que se convertía en la tercera etapa del nuevo orden de comercio global: Comercio triangular, en el que bienes materiales se enviaban desde Europa a África, y desde aquí partían esclavos hacia América, que permitían la producción de materias primas que eran exportadas a Europa.
Pero, ¿cómo se crea esta lógica? Era obvio que era menos costoso obtener esclavos en Europa y saltarse el paso intermedio de intercambio en África, lejos del poder político, económico y militar existente en Europa. El que esta opción no fuera considerada seriamente plantea una cuestión fundamental: ¿Quién podía ser esclavo? Cada sociedad ponía una excusa para justificar su respuesta. El comercio de esclavos fue así el producto de diferencias en la construcción de la identidad social y la tecnología transatlántica que puso súbitamente en contacto unas con otras las sociedades del Atlántico´ (David Eltis. Emory University- 2007) pasando por explicaciones que parecen incluso defender el uso de la población Africana como esclava (…Africans, on the other hand, possessed the required immunities´- Liverpool Museum: The archeology of Slavery) Sin embargo, esta nueva actividad comercial se puede analizar desde un doble sentido: se establecen las bases del racismo que permiten considerar a los africanos como personas de otra categoría, y que por ello podrían ser sometidos y comprados a un precio menor en las relaciones internacionales, y por medio de los incentivos económicos para las élites africanas esclavistas, se crea el caldo de cultivo perfecto para el crecimiento de las diferencias tribales y étnicas, que tanta influencia tienen en el desarrollo posterior de algunos países.
Esto tuvo diferentes impactos en cada población esclavizada. Me gustaría centrar este ensayo en lo acontecido en el actual país de Benín. Convirtámonos en uno de los muchos esclavos y esclavas que siguieron esta ruta. Arrancados de nuestro lugar de origen, llegamos a la ciudad de Ouidah. La economía de esta zona comenzó a verse manchada por esta nueva dinámica, creándose la figura de grandes esclavistas asentados en estas costas y favorecidos por los reyes de la antigua Abomey. Aquí es donde, en la plaza Chacha, los extranjeros, alojados en alguno de los 5 fuertes que llegó a tener la ciudad (el fuerte belga, el danés, el inglés, el francés y el portugués) procedían a tu compra, pasabas a cargo del mejor postor. A continuación, tu nuevo propietario te llevaba, junto con tus nuevos compañeros/as de viaje, al lugar donde eras marcado a fuego: ahora tenías otro nombre, un número…se comienza a borrar tu pasado. Aún dolorida por tu nuevo bautizo llegas al Árbol del olvido, donde, tras realizar la tradición, dando 9 vueltas al mismo si eres hombre o 7 si eres mujer, oficialmente queda borrado cualquier rastro de tu antigua historia.
Y así, recién nacido, alcanzas la que será tu cárcel durante los siguientes meses: la Casa Zomai (donde la luz o el fuego no llegan). Este lugar será tu escuela: aprenderás a convivir en la oscuridad hacinado con el resto de aprendices de esclavo, a comer pan y agua una vez al día y cómo este camino sólo lo superan los más fuertes (los que no iban a parar a la Zoungbodji o fosa común) Si has superado todas estas pruebas llegamos al lugar donde en la actualidad se erige la Puerta de no Retorno (1922) donde te espera un barco para llevarte al `nuevo mundo´.
Esta ruta, que dio origen al proyecto de la UNESCO `La Ruta del Esclavo´ que comentaremos a continuación, fue durante casi dos siglos (desde 1670 hasta mediados del siglo XIX) el principal puerto de embarque de esclavos en África Occidental con destino a América. Para entender la importancia de esta zona como ruta comercial debemos pensar en diversos factores: por un lado, su situación geográfica, cercana al litoral, así como su situación sociopolítica. Se estima que en el país se exportaron hasta 20 mil esclavos anuales en el siglo XVIII y 12 mil anuales en el siglo XIX hasta 1820.
Los orígenes de Dahomey pueden ser trazados a partir de un grupo adjá (aja) del reino costero de Allada (Reino de Adra o de los Ardres). Según la tradición, el rey Kokpon de Allada tuvo tres hijos: Meji, Té Agbanlin y Gangnihessou o Ganixësu. Después de una disputa sucesoria hacia 1625, el primero sucedió a su padre como rey de Gran Ardra, mientras que Té Agbanlin partió hacia el sur, donde fundó Adjatché (que posteriormente fue bautizado como Porto Novo por los comerciantes portugueses), y Gangnihessou se dirigió al norte para establecerse en Abomey, núcleo del futuro reino de Dahomey. El nombre de Dahomey, Abomey o Abomé hace referencia a un fuerte que en fon se denomina agbomé. En Abomey o Dahomey se organizó un reino fuertemente centralizado y apoyado por un ejército profesional. A lo largo de los años, los adjas se fueron mezclándose con la población autóctona, dando origen al grupo étnico hoy conocido como fon o dahomey. A lo largo del siglo XVIII, la principal actividad económica de Dahomey era el comercio de esclavos, que capturaban en sus incursiones contra las poblaciones vecinas y luego vendían a los tratantes europeos.
Tras la llegada de la colonia francesa se implantó aquí el primer fuerte europeo (1671), que fue rápidamente seguido por ingleses y portugueses, potenciándose el existente comercio de esclavos que tenía ya lugar en esta región. Hasta 1727 Ouidah no era más que el puerto de un reino independiente (Dahomey), que vio la clave para solucionar sus pretensiones expansionistas en esta nueva actividad comercial: el comercio transatlántico de esclavos con destino a América. Todo esto llegó a su máximo esplendor en 1818, cuando Ghézo accedió al poder, mediante el primer golpe de estado que tuvo lugar en esta región, y apoyado por la complicidad de un famoso traficante de esclavos brasileño: Félix de Souza. Como agradecimiento a su incondicional lealtad, se le otorgó el título de `Chacha´, convirtiéndose en el principal organizador del comercio de esclavos en esta región, así como en el intermediario entre Europa y el rey de Abomey. Centro neurálgico de esta nueva red transatlántica, Ouidah adquirió además un papel de nexo esencial, donde las diferentes poblaciones entraban en contacto y tuvo lugar todo tipo de mestizaje: esclavos fon, yoruba, haoussa, esclavistas europeos, intermediarios portugueses y brasileños…crearon un magma de diversidad cultural, al que se sumaron rápidamente los «retornados» de Brasil. Prueba de esto la obtenemos en tradiciones actuales que implican el vudú, nacido originariamente en esta zona del actual país beninés, y que están presentes en varios países latinoamericanos como Haití.
El vudú se convirtió en el lazo de unión entre la comunidad de esclavos afrodescendientes, que ahora se encontraban con una cultura muy diferente a la suya. Encontraban en esta práctica espacios de reunión donde socializar entre iguales, llegando a suponer un acto de rebeldía, ya que en Haití llego a estar prohibido, sancionando a los colonos cuyos esclavos acudían. Es en este entorno de debate y reflexión dónde empiezan a surgir pretensiones revolucionarias de alzarse contra los esclavistas. Comienzan a pasar del pensamiento a la acción, precedidos siempre de diferentes ritos protectores. Como dice Romero Amaya: `El vudú considerado como la herramienta de la conspiración, logró reunir a prácticamente todos los esclavos de ascendencia africana bajo una misma creencia y un conjunto de prácticas rituales que los mantenía relacionados, quizás constituyéndose como la fuerza más cohesionada que los blancos debían suprimir´.
A modo de conclusión, me gustaría terminar mencionando brevemente el proyecto de la UNESCO introducido anteriormente. Bajo el nombre: “La Ruta del Esclavo: resistencia, libertad, patrimonio” este proyecto creado en 1994 en Ouidah pretende `contribuir a una mejor comprensión de las causas y modalidades de funcionamiento de la esclavitud y la trata negrera, así como de las problemáticas y consecuencias de la esclavitud en el mundo (África, Europa, Américas, Caribe, Océano Índico, Oriente Medio y Asia); Evidenciar las transformaciones globales y las interacciones culturales derivadas de esta historia; Contribuir a una cultura de paz propiciando la reflexión sobre el pluralismo cultural, el diálogo intercultural y la construcción de nuevas identidades y ciudadanías´ A través de diversas publicaciones y contenidos educativos, consigue mantener en los debates actuales el impacto de la esclavitud en las diferentes culturas, promoviendo la investigación de esta etapa histórica tan incómoda.